Han pasado siete años del incendio de la Torre Grenfell en Londres que provocó 74 muertes y las similitudes con Valencia puede que vayan más allá de la tragedia en vidas humanas. El drama es que posiblemente ahora tampoco haya ningún culpable. El revestimiento inflamable con polietileno –sujetado entre láminas de aluminio– que cubría la fachada londinense de 2017 hizo que el fuego se propagara con gran rapidez.

En Campanar, las hipótesis apuntan a un aislamiento interior de la fachada con materiales derivados del petróleo (poliuretano o polietileno) tan inflamables como una cerilla cuando no están protegidos debidamente. Que un pequeño incendio declarado en el interior de una vivienda termine devastando las 138 viviendas en un tiempo récord, en la era de la domótica, es como regresar a la Edad Media (casas de madera) o presenciar (en directo lo vimos en la tele) el atentado terrorista del 11-S sobre las torres gemelas.

Han pasado más de 20 años desde que se empezó a levantar el edificio de Campanar, la promotora está desaparecida, no se pueden demostrar vicios ocultos ni exigir garantías de arquitectos, y –sobre todo– la normativa de 2008 permitía –lo hizo hasta el 2019– el uso de materiales inflamables en las fachadas ventiladas (en Navarra al parecer no se emplean). Algo falla en el sistema si viviendas anteriores a esa fecha pueden ser hoy pasto de las llamas. Viviendas erigidas en el boom inmobiliario, con empresas que buscaban el beneficio rápido, que costaron más de 300.000 euros y que al parecer terminaron utilizando el aislamiento más barato y el más tóxico por decirlo de algún modo.