Hace unas cuantas eras glaciales el actual entrenador del Osés Ardoi Femenino de baloncesto, Juantxo Ferreira, se partía el pecho en las filas del Alba Barañáin junto a, entre otros y que así a bote pronto recuede, Kike Janices, Iñaki Ona, Desi Cahigiro, Koldo Itúrbide, Echeverría, creo que alguno de los hermanos Echalar y varios más. Eran categorías autonómicas, amateur, y Ferreira no era un virguero del balón ni un anotador excelso, pero se peleaba con quien hiciera falta por coger un rebote o defender a muerte, facetas en las que tenía un instinto especial.

Seguro que parte de ese coraje y don ha sabido transmitirlo a sus jugadoras, que el fin de semana pasado ascendieron a la máxima categoría del baloncesto femenino español, un logro para el deporte navarro, para el femenino y para el baloncesto. Ahora quedan por delante unas semanas que son claves para que el futuro del equipo no se convierta en una mera ilusión. Para competir con garantías en Liga Endesa hace falta apoyo, dinero, patrocinadores, ayudas, facilidades y cariño.

Y es todo eso lo que tienen que ofrecer tanto Gobierno de Navarra como Ayuntamiento de Pamplona para que la Fundación Ardoi encuentre en el camino empresas y colaboradores que permitan que se construya un proyecto serio, de cierto nivel y con visos de poder estar unos años en la elite del basket nacional.

España es una potencia mundial en baloncesto femenino y no es nada sencillo subir a la máxima competición, con todo lo que eso supone en cuanto a visibilidad del deporte femenino y el gancho que eso supone en la cantera de niñas navarras que van a querer mirarse en los espejos de las jugadoras. Confío en que las instituciones implicadas no se laven las manos y, es más, que se involucren hasta las trancas en cooperar con el Osés Ardoi para que se haga posible no ya solo el sueño de llegar sino el de crear algo estable que perdure.