Se cumplen siete meses de masacre en Palestina. El bombardeo de la embajada de Irán en Damasco por parte de Israel y la posterior respuesta con el envío de cientos de drones y misiles de Irán hacia Israel ha cambiado el foco de lo que sucede allí. El discurso de una posible extensión del conflicto a toda la zona de Oriente Medio copa ahora los titulares y la atención mediática y quizá llegue a ser una realidad, pero lo que sigue siendo real cada día es la continuación de la carnicería palestina. Israel sigue bombardeando impunemente allí donde considera que puede hacer más daño humano.

Y los niños y niñas son un objetivo prioritario. Es así. Más de 13.000 niñas y niños palestinos han sido asesinados ya –entre los más de 33.000 muertos que suman en estos siete meses–, miles más han quedado heridos o mutilados y 19.000 son ya huérfanos. Cada 10 minutos es asesinado un niño o niña palestino. Son datos de Unicef. La embajadora de Israel en el Estado español afirmaba en respuesta a la pregunta de la periodista Silvia Intxaurrondo que no son asesinatos. Esa afirmación es inmoral e injusta y, por supuesto, falsa. Son asesinatos de niños inocentes que vulneran todos las leyes humanitarias, de guerra y del derecho internacional.

Es fácil para los poderosos medios occidentales desviar el foco sobre la verdad de lo que sucede y de lo que hacemos y más en estos tiempos en los que la desinformación y los bulos campan fácilmente. Pero no perdamos la vista de lo importante. Esos niños y niñas son asesinados de forma consciente con los sistemas de eliminación de objetivos de programas de inteligencia artificial que utiliza el Ejército de Israel. Los últimos niños y niñas, hace dos días mientras jugaban entre los restos de un parque infantil. Estamos asumiendo la normalidad de lo que nunca ha sido ni puede ser normal.