El viernes pasado participé en una sesión impartida por la Fundación Iddeas. Con dos des. Si se asoman a su web, verán que responden a diseño y diversidad. Vaya, que se dedican a acondicionar el mundo para que sea más transitable y entendible, para que deje de ser un muro y sea un puente que permita a todas las personas ganar en autonomía y posibilidad de desarrollo.

No ver o ver poco, ir en silla de ruedas, no oír o hacerlo con dificultad, tener una discapacidad orgánica, psicosocial o intelectual son situaciones que ponen en entredicho la calidad de espacios, servicios y productos, por no hablar de las relaciones (nos relacionamos en un mundo material, sería ingenuo pretender que nuestras relaciones no se ven afectadas), y, por tanto, la calidad de las sociedades. Dicho así, parece abstracto, pero las sociedades, los grupos, son conjuntos de personas y ahí estamos. ¿Se localizan?

Por otra parte, desde el punto de vista de la rentabilidad, un producto, un espacio o un servicio poco accesible van a ser menos demandados y/o utilizados y puede que no lleguen a cumplir su función.

No les voy a hacer spoiler, así que no les cuento la sesión, pero sí la recomiendo vivamente. Cuestiones que hasta ahora no tenían mayor importancia la cobran y se estrena un punto de vista nuevo basado en la experiencia, que es una instancia incontestable.

En el campo de la accesibilidad, hay trabajo para repartir, empezando por el de cambiar la mirada para pensar cómo hacer el mundo más accesible y seguro y con ello más democrático. En demasiadas ocasiones el mundo es un club exclusivo y la exclusividad tiene buena prensa, tanto que inconscientemente reproducimos mecanismos que la apuntalan. Por eso, hacerlos conscientes y hacerlo con rigor y con humor se agradece.