Las urnas ya han hablado en Catalunya dejando hechos objetivos claros y también grandes dosis de incertidumbre en la consecuencia de sus resultados. La participación ha sido baja y vuelve a mostrar esa tendencia creciente de la sociedad a desentenderse de la política democrática. La victoria del PSC con Salvador Illa ha sido clara. Por primera vez los socialistas ganan en una autonómicas en Catalunya en votos y en escaños. Y el independentismo ha perdido la mayoría absoluta que tenía en el Parlament y ha sumado los peores resultados desde 1980. La debacle de ERC con 13 escaños menos de los 33, que tenía y el ligero aumento de Junts con Puigdemont que le permite recuperar el liderazgo en el catalanismo, muestran una evidente pérdida de influencia de los discursos soberanistas en la sociedad catalana.
Ni la independencia ni tampoco la amnistía han tenido espacio en la campaña. Tampoco en el PP o Vox. La decepción del soberanismo con unos liderazgos que dan muestras de agotamiento, el cansancio por el constante enfrentamiento entre Junts y ERC y la constatación en la sociedad de que la calidad de vida afronta problemas reales que exigen soluciones y atención con mayor prioridad que el camino que ha propuesto los últimos años el procés han acabado pasando factura al catalanismo. Seguramente, más allá de las decisiones políticas que ERC y Junts tomen ahora, el proceso de reflexión en cuanto a planteamientos políticos y liderazgos deberá ser más profundo.
Pere Aragonés así lo ha entendido, deja la primera línea política y abre la puerta a ello. El PP ha aguantado absorbiendo los restos del naufragio de Ciudadanos, pero no ha hecho descarrilar a Vox, que pierde votos, pero aguanta sus 11 escaños. Los 15 escaños del PP son una alegría mínima. Los Comunes y la CUP siguen se lenta marcha atrás. Y la irrupción de la ultraderecha catalanista de Alianza es otra prueba de la involución de las sociedades europeas hacia posiciones de extrema derecha. En el horizonte, la formación de un nuevo Govern. La única posibilidad real que se puede ver a día de hoy es la de Illa con apoyo de Los Comunes y de ERC, aunque los catalanistas se queden en la oposición.
Dependerá de la reflexión interna de ERC que, tras decidir por sorpresa el adelanto el electoral que le ha supuesto un varapalo en la urnas, debe decidir ahora si apuesta por el bloqueo que llevará a una repetición electoral o por facilitar el Govern de Illa sin formar parte del mismo con acuerdos en el Parlament. Elegir entre lo malo y lo peor sea cual sea cada una de las opciones. Puigdemont no renuncia a intentarlo, posiblemente porque adelantó que si no era elegido president dejaría la política, pero sus posibilidades parecen aún menores que las de un Illa que no lo tiene fácil. Queda como posible también una vuelta a los acuerdos de sociovergencia que ya mantuvieron CiU entonces y el PSC, aunque esa vía se antoja difícil con la actual estrategia de Junts. El ex president no asume que su tiempo quizá ha pasado. Queda por saber las consecuencias que lo que ocurra allí tenga en la estabilidad y la continuidad del Gobierno de Sánchez. La incertidumbre no afecta solo a Catalunya, sino al Estado. Las elecciones importantes para Sánchez son estas, no las europeas que vienen. Y Feijóo mirando de reojo a medio plazo a Junts.