Tengo sentimientos encontrados en relación a cómo se elige el lanzador del Chupinazo cada año que no gobierna UPN –que utiliza el dedazo–. Por un lado, me parece fantástico el sistema que se utiliza y que sean propuestas que lleguen a través de los colectivos más implicados en la fiesta y que luego sean –seamos– los ciudadanos de Pamplona los que con nuestros votos decidamos qué colectivo o persona va a ser finalmente el que lance el cohete que da comienzo a las fiestas, un honor enorme para cualquiera que viva en la ciudad.

Mi duda suele estribar en que, como en toda elección y proceso de votación, en ocasiones se elige entre colectivos o personas que todas ellas tienen un mérito tremendo pero que operan en muy distintos ámbitos de la sociedad pamplonesa, con lo cual han llegado al corazón de la gente de una manera muy distinta. A ver, sin ánimo de hacer proselitismo, pero sí de ser sincero: ¿te revuelve más los sentimientos personales dar tu voto a una entidad sanitaria donde han cuidado de manera gloriosa a algunos de tus seres queridos o a un colectivo cultural o deportivo? No sé si me explico, espero que sí.

A donde quiero llegar a parar es que en ocasiones, por años, acceden a la fase final instituciones que suponen –para bien– una carga emocional tan fuerte para la gran mayoría que parece que es casi imposible que pierdan. No tengo ni idea si esto tiene solución y si ni siquiera tiene que tenerla puesto que no es un problema sino una realidad a aceptar y punto, pero a mi se me plantea. Son actividades y campos tan distintos, tan diferente es su impacto entre nosotros, que no sé yo si es lo más ecuánime ponerlos en la misma mesa, pero, bueno, siempre será mejor que el dedazo, sin lugar a dudas. Recuerdo aún con escalofríos la campaña de UPN hace unos años para que lo lanzara Amaia Romero, gran artista por cierto, cuando descollaba en OT. Deme votaciones, deme.