La Defensoría de las personas usuarias de televisión, radio e internet de EITB –¡ole!– ha recibido una queja de alguien enfadado por el seguimiento de la pasada jornada electoral, que al parecer fue más pobre en el canal vascófono que en el vasco. Y la respuesta dudo que haya calmado al paisano: “No es sencillo encontrar tertulianos vascoparlantes y esa noche otros medios también los necesitaban”.

Todo el que esté en el ajo, en cualquier idioma, sabe de las dificultades de fichar a un analista solvente, al que raras veces le renta el maridaje entre la preparación que exige ese trabajo y la exposición a la que se ve sometido. Si a ello agregamos la obvia escasez de hablantes en euskara, el reto se complica y el esfuerzo resulta meritorio. Pero es que aquí se añade otro problema, la deserción por incomodidad y extrañamiento, es decir, que se ha achicado tanto el agua de la pecera que cuesta infinito dar con gente alternativa presta a mojarse, a ir contra corriente en una catarata a menudo adversa, casi siempre ajena.

Y vamos a peor. Pues a la vieja huida del opinador constitucionalista, tan triste y empobrecedora, hoy se suma la de mucho nacionalista al que tampoco le place sentirse un señalado marciano en temas sobre los que, en otras lenguas, al menos hay discrepancia pública. Sálgase del redil en asuntos como el palestino, el neofeminismo o el paraíso multiculti, a ver qué tal. Así que comprendo a la célebre Defensoría, aunque siquiera por omisión el medio al que protege haya contribuido, salvo notables excepciones, a la minoración ideológica de la minoría idiomática. Igual es tarde para lamentarse.