Por este rincón solemos criticar la insaciable codicia, la frecuente corrupción y la opacidad absoluta (no por casualidad tiene la sede en Suiza) del Comité Olímpico Internacional. También nos chirría que sean tan estrictos en su prohibición absoluta a reivindicaciones políticas de los deportistas. Tanto que incluso vetan las que se ciñen a la defensa de derechos humanos.

Pero al menos en una cosa le dan sopas con onda a países tan relevantes como Estados Unidos, Alemania o Francia: desde 1995 reconocen a Palestina e invitan a cada gran cita a varios deportistas de ese país. Casi siempre, sin las mínimas o las posiciones en los rankings necesarias, en aplicación (se hace con muchos países pequeños) de ese gran invento llamado “universalidad olímpica”. Es decir, que vengan todos los países posibles, que queremos que aquí estén todos. Tan fácil en el deporte, tan difícil en la política.