A veces todo me da igual, Lutxo. Sé que dicho así suena triste. Pero no tiene por qué, viejo amigo. La gente se está olvidando de vivir despreocupadamente y es una lástima. Piénsalo tú mismo. No obstante, ya sabes, en todo pensamiento hay un poso de tristeza. La hay en el mismo acto de pensar: no está mal recordarlo de vez en cuando. Si te da miedo estar triste, no pienses. Si piensas, lo estarás. De hecho, en la senda tenebrosa, ¿quién no se ha adentrado alguna vez? Aunque fuera sin querer.

Aunque fuera una senda tenebrosa de pacotilla. Una senda tenebrosa de provincias. Qué más da. Todos nos hemos adentrado alguna vez. Lo importante es la actitud, Lutxo, viejo gnomo: el impulso del primer paso. El primer paso hacia dentro, quiero decir. El primer paso hacia lo negro. Una vez, hace años, al pasar por el puente de la Magdalena, en el camino de los peregrinos, vi un pájaro maravilloso. Un martín pescador.

Puede que con un pececillo en el pico. Lo interpreté como un buen augurio. Y ahora, cada vez que cruzo ese puente, espero volver a verlo. El mismo mismo u otro miembro de su familia, eso me da igual. Pero nunca he vuelto a ver ninguno. Solo aquel. Ahora, claro, me pregunto si no sería mejor que las cosas nos pasaran solo una vez.

Ver al martín pescador: solo una vez. Pero bueno, al parecer Europa piensa que podrá impedir la entrada de más migrantes crispando un poco el ceño y poniéndose impertinente. Cuando ponernos impertinentes es lo último que deberíamos hacer ante lo inevitable. En fin, la existencia es preciosa y podría ser maravillosa, claro, pero a veces, con bastante frecuencia, nos dejamos llevar por la estupidez, me temo. Debe de ser algo cíclico. Que inconscientemente somos cómplices del mal, ya lo sabemos. Lo triste es que saberlo no nos evita serlo. Esa es la tesitura moral en la que tenemos que vivir hoy en día.