El lastre del que tiene que desprenderse el aficionado e imagino que él mismo es el hecho de que con 22 años Asier Martínez fue campeón de Europa de 110 vallas y bronce en un Mundial. Para un atleta blanco, de esa edad, en esa prueba, rodeado de atletas negros –que copan el 90% de los podios desde hace 40 años– hacer lo que hizo Asier es entrar en el olimpo, como lo fue ser sexto en unos Juegos Olímpicos un año antes.

Tras un 2023 en blanco, Asier ha vuelto a las pistas con 24 años y solo una salida nula muy rigurosa le sacó del podio en el Mundial Indoor y solo un tropezón en la última valla le sacó del podio en el Europeo en la carrera de este sábado. Iba claramente tercero pero ese traspié le quitó el bronce. Las carreras, claro, también son eso: los tropezones son errores técnicos y eso es tan carrera como los aciertos. Tras la prueba que acabó 4º –un exitazo hasta hace 4 años– la sensación general era de derrota, incluyendo también al protagonista, que declaró sentirse muy decepcionado y que no estaba disfrutando nada de la competición.

Bueno, lejos de mi intención meterme en camisa de once varas, porque él mejor que nadie conoce sus sensaciones y él mejor que nadie sabe que aunque las marcas estén siendo bastante buenas –ha hecho 13.29, 13.30 y 13.31 este año, entre otras– y tiene pie y medio por ranking en los Juegos Olímpicos de París igual él no lo está gozando deportivamente, tal vez no logre correr con la fluidez que ha sentido en otras ocasiones.

Esa es su batalla y desde fuera es sencillo decirle que trate de relajarse y disfrutar de la experiencia, que esto pasa rápido y luego igual lamenta haber estado más autopresionado de lo necesario. Para el resto, para los aficionados: disfrutemos, nos dé lo que nos dé es mucho más de lo que hemos recibido en toda la historia del atletismo navarro. Tiene, ojalá, muchos días buenos por delante.