En la historia reciente de nuestra vida musical, no recuerdo haber escuchado, en directo, la Sinfonía Doméstica de Strauss, así que el último concierto del curso dirigido por Treviño (el día 18 se repone el suspendido), resultó de lo más interesante por el descubrimiento, para muchos, de Dutilleux, y por traer a los atriles el grandísimo sinfonismo de R. Strauss que, con Treviño en el podio es, siempre, otro descubrimiento. Correspondances, del compositor francés, es una obra un tanto dispersa para la primera audición; se basa en textos de poemas y cartas de muy diversa procedencia (Rilke, Van Gogh, Solzhenitsyn…) que otorgan a la partitura, a su vez, diversidad tímbrica y de colorido orquestal, incluyendo la voz como elemento fundamental. La soprano debe afrontar una tesitura ingrata, en algunos tramos, y desenvolverse, con una especia de recitativo arioso, en una atmósfera algo oscura y pesimista, que, en su último número, el que hace referencia a las cartas de Van Gogh, se abre al optimismo, aún en situaciones adversas.

“La vida es mágica, a pesar de todo”, se dice. La soprano Elena Sancho Pereg resuelve su papel con solvencia: su timbre es algo blanco para esta obra, pero frasea muy bien, supera los agudos y pone emoción en su narración; no es lo de menos en estas músicas que no llegan tan inmediatamente al oyente. Se mantuvo en esa alta tesitura que se le exige, y su texto salió siempre por encima de la orquesta, abundante de efectivos y bien controlada por Treviño. Especialmente emotivo es el pasaje de las cartas del escritor ruso a Rostropóvich, con una cuerda grave poderosa; o el final de la Noche estrellada de poderosa ensoñación. No sé si gustó a todo el mundo la obra, pero esa atmósfera entre tardoromántica, impresionista y novedosa, es francamente sugerente.

Treviño con R. Strauss en el atril (que, por cierto, apenas mira) es una fiesta de sonido orquestal deslumbrante. Que semejante sonoridad quiera exponer la vida cotidiana de cualquier hogar es, para el común de los mortales, creo yo, algo deprimente. Es lo de menos. En realidad estamos ante otro gran poema sinfónico. Ante un discurso musical continuo. Esto es lo que mejor entiende Treviño. Del primer al último compás, nos mete en la vorágine sonora que nos lleva desde la intimidad del violín solo, a la, casi, saturación del tutti orquestal. Todo con la inteligencia de hacernos cómplices de los reguladores, por los que nos lleva y trae sin que respiremos. Es verdad que, a veces, el metal parece explayarse más de la cuenta, pero, de vez en cuando, hay que dejar que la orquesta se suelte para, luego, presumir de su control. Porque se expresa el guirigay de la familia, la inocencia infantil (oboe), una canción de cuna (lirismo en la cuerda, densa y empastada), las horas del reloj, el diálogo de los padres (clarinete, flauta y oboe), gritos y disputas (trompetas), y hasta un cierto heroísmo trascendente (las ocho trompas). Para concluir con espectacular brillo en el final: recopilatorio de toda una vivencia que eleva nuestra doméstica vida a cotas sonoras inimaginables. Un lujo, escuchar esta sinfonía en vivo.

Comenzó el concierto con la obertura de Fidelio de Beethoven, confiada su dirección a un alumno de Treviño. Un bombón, y responsabilidad, dirigir a la Euskadiko Orkestra. Le deseamos mucha suerte.

Euskadiko Orkestra

Dirección: Robert Treviño, dirección. Programa: Obertura de Fidelio de Beethoven. Correspondances de Henri Dutilleux (1916-2013). Sinfonía Doméstica de R. Strauss. Lugar y fecha: Baluarte. 4 de junio de 2024. Incidencias: Casi lleno.