Resulta extraño, a la par que complejo, escribir sobre una persona a la que quieres, conoces y admiras. ¿Qué decir de Alfredo Sanzol que no se haya dicho ya? Premiado en multitud de ocasiones con los galardones más importantes de la profesión, director del Centro Dramático Nacional, Premio Nacional de Teatro… El talento y el reconocimiento de Alfredo Sanzol es incuestionable, su trayectoria impecable pero hay algo más, algo que lo lleva a diferenciarse y ese algo, creo yo, es su mirada, mejor dicho, su forma de mirar el mundo. Se trata de una mirada penetrante, intensa y extrañamente calmada. Una mirada caleidoscópica y compleja, abierta y meditada, limpia. Una mirada lúcida y decididamente única. Es muy posible que esta forma de mirar, de observar, le haya llevado a la creación de mundos tan particulares como universales, tan extraños como reconocibles, tan únicos como comunes. Así es su teatro y así nos lo ofrece.

 Si algo caracteriza al trabajo del Alfredo es que todo ocurre ante nuestros ojos, ante otra mirada, la mirada de un espectador que se deja atrapar por sus historias llenas de humanidad, de magia y de sentimiento. Como dramaturgo nos regala fábulas, tramas y personajes que nos hablan directamente a nosotros, nos invitan a entrar en sus mundos despojándonos de cualquier tipo de prevención y dispuestos a asumir que lo que vemos es tan real como la vida. Su forma de escribir consigue detener el tiempo, alterar la secuencia lógica de la vida, transitando de forma irreverente por el pasado de lo que no ocurrió y, tal vez, debió ocurrir. Mezcla las palabras, las une y desune a su antojo, mientras nos ofrece con ellas banquetes, cumpleaños sin apenas asistentes, detonaciones o una canción para mujeres despiertas. Escribe de forma inteligente y lo que escribe va directo a la cabeza y a la emoción, haciéndonos cómplices de unas palabras llenas de contenido e intención.

Sus personajes hablan como nos gustaría hacerlo a nosotros en las situaciones en las que nos quedamos callados. Los diálogos nos sorprenden por un desbordante ingenio que nos recuerda el poder que tiene una buena réplica en el momento preciso. Como director se coloca a nuestro lado, nunca por encima, y comienza a llevarnos junto a él por un sinfín de situaciones en las que nos sentimos protagonistas. Controla a su antojo el espacio y el tiempo de la representación regalándonos obras inverosímiles pero que aceptamos como totalmente posibles. Sus puestas en escena son un canto a la creación sin miedo, siguiendo su propia lógica, saltando si es necesario con un manto invisible, presentando fantasmas o cazando un elefante rosa, en ellas todo es posible. Nos da las claves necesarias para adentrarnos en estos mundos y poder reír o llorar, guiándonos siempre de forma humilde y generosa.

Las historias a las que nos enfrenta son sumamente humanas y es ahí en donde reside el encanto y el éxito de su trabajo, su obra es profundamente humana. Muestra la fragilidad, la ternura, el miedo, la angustia y la risa, una risa sanadora que nos evidencia lo ridículo de nuestro ser. Nos ha recordado la importancia de respirar, nos ha ofrecido una calma mágica, nos ha tragado junto al resto de españoles hacia un bar imposible y nos ha dado ternura. Qué importante resulta la ternura en estos momentos de fealdad, cinismo y barbarie, y como el propio autor dice; una sociedad sin ternura es una sociedad en guerra.  

Alfredo Sanzol, Alfredo, ha recorrido un camino único e irrepetible reservado a unos pocos que han sabido conjugar de forma magistral talento y trabajo. Pero en este camino hay algo que nunca ha perdido, la humildad. Sigue siendo el de Pamplona, el que no pierde sus referentes, madre y tía, y no se olvida de sus amigos. Ese es Alfredo Sanzol, un grande sencillo cargado de humor, crítica y responsabilidad. Un creador de universos imposibles y maravillosos, necesarios para vivir casi tanto como el aire que respiramos. Un hombre que parece estar en la luna y sigue con los pies pegados al suelo, a su origen, a su realidad. Un creador único con una mirada única. 

La autora es dramaturga, directora de escena y productora