Nunca la democracia exigió tantos consensos y pactos como está ocurriendo ahora con el avance de la ultraderecha en Europa. El caso francés es paradigmático. La Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen ha logrado el 33,15% de los votos junto a sus aliados conservadores (exceptuando eso sí los tres distritos de Iparralde donde el Frente Popular ha logrado ser primera fuerza). La V República se juega el próximo domingo su credibilidad como cuna de valores democráticos: libertad, igualdad y fraternidad.

El primer hito fue la unión del bloque de izquierdas (insumisos, socialistas, ecologistas y comunistas) en torno a un Frente Popular, algo que aquí hubiera sido imposible. Ahora se está hablando de cara a la segunda vuelta incluso de una alianza Macron-Mélenchon, entre moderados y de izquierdas para poder frenar a los ultra. Lo curioso es que algunos jóvenes están llevando la delantera.

Jóvenes a los que siguen jóvenes. Macron ya apostó como delfín por un tecnócrata, Gabriel Attal (35 años). Por cierto, de padre judío tunecino y de madre de origen ruso en una Francia multirracial.

Y, ahora, Jordan Bardell con apenas 28 años es el candidato ultra que aspira a primer ministro con millón y medio de seguidores en Tik Tok. No hay más que oírlo hablar –traje perfectamente planchado, repeinado– de subsidios sólo para franceses y de expulsión de inmigrantes como si no pasara nada... pero pasa. Hijo único en una familia de origen italiano con raíces argelinas. No sé si producto del márketing o que olvida sus orígenes y las oportunidades que les dio en su día Europa para estudiar y trabajar en un país libre.