Calor veraniego, pegajoso y sin respiro dentro de una cabina que ahoga al más pintado. Hasta ahí, es julio, lo normal de estos últimos sofocantes días. Pero a esto añadan señores el mayor despropósito de lo visto hasta ahora en esta Feria del Toro, que uno no sabe cómo tragar. Intentas ser benevolente con los señores que con tanto esfuerzo pelean, luchan, trabajan, siempre, incansablemente en el campo por tener lo mejor de lo mejor, pensando no en venir a los Sanfermines, que al final son diez los privilegiados elegidos, sino en quedarse, que como le intentaba explicar el pasado invierno al hijo de la ganadera, para mí es más difícil que entrar.
Pero, para entrar con buen pie, ni vale traer jamoncito de pata negra delantera, que aquí se estila de buena pierna, ni tampoco lo que sea a contra estilo, como muchos años vimos de otros lares aquellos que por grandotes eran destartalados. Hoy ni lo uno, ni lo otro. Mucho toro posible en la hermosa finca de Traguntía y no encontramos la raza por ningún lado. Esa que estilaba en este apellido.
Lo de la clase, nobleza chochona y colaboración que tanto piden los grandes mandones hoy en día tampoco debía quedar entre las hermosas tapias que décadas atrás buenos albañiles construyeron para S.M. El Viti en ese espectacular lar. Si soñar con venir se queda sólo en ello, hay que seguir en la labor, que me consta que la familia entera y su conocedor Jesús seguirán con ahínco, pero pensando que si esta plaza, a ratos de carretas, tiene su propia idiosincrasia, una de ellas es tener algo más que toros huecos. Está bien correr como los ángeles desesperados en el encierro y que nada ocurra. Pero con esto no vale. Las carreras para los galgos. El toro tiene que tener algo más que blandura y defensa. Esta plaza necesita transmisión. Bueno, eso, creo que todas. Y cuando el personal no viene a favor porque hoy no hay uno de los suyos, se despistan si nada ocurre, toman la directa al cubo y se tragan lo que traen antes de lo que se les propone.
Y ya, ni te cuento si Talavante hace lo mínimo, Luque se esfuerza con lo que no se puede y el artista Ortega brega lo indecible con algo que no se adecúa al éxito. Sobre todo los dos últimos que lo intentaron todo, estuvieron muy por encima de sus contrarios, y a ratos peleando con marrajos, pero que, si no hay materia prima, difícil van a tener la oportunidad de brillar en la plaza más sencilla del mundo. Como dicen los ingleses, es lo que hay. Mi enhorabuena por la pelea en busca de tener el mejor fenotipo, la mejor presentación posible, pero eso no ha servido. Sopor, calor, aburrición y sobre todo mucha blandura, que eso es peor que la falta de clase. Sin casta, sin raza nada se puede hacer. Y sin ensañamiento ninguno, porque a cualquiera se le puede escapar un mal día y una mala tarde, me entristece decir que Doña Concha ha sido la suya. Suerte para la próxima.