Hola personas, ¿qué tal?, ¿prueba superada?, seguro que sí, no solo eso, sino que ya estamos preparando los del 24 más 1. 25 tiene mala rima.
Nuestras disfrutadas fiestas, tal como auguré, acabaron con el siempre triste pobre de mí, pero se vieron compensadas con el triunfo de la Selección en Berlín, proclamándose, aunque a alguno le joda, por cuarta vez campeona continental, y encima con un caracolazo impresionante de un pamplonica.
Esta semana post SF he ido a dar una vuelta pronto, tempranera, para soportar lo que anunciaban en la radio: alerta roja por altas temperaturas. Así que me he dicho, soluciones para convertir esta alerta roja en alerta rosa, en primer lugar la hora, y a las nueve y media estaba dándole golpes al calcetín, y en segundo el recorrido, y no lo he dudado ni un instante, he bajado al río y he cantado bingo: el paseo a las orillas del Arga no puede ser más placentero, el 90% discurre a la sombra de los árboles que lo jalonan y que forman un auténtico túnel de verde y frescura bajo el que la amenaza de altas temperaturas se disuelve como azucarillo en el agua. Veamos cómo ha sido la cosa.
Mi paseo de hoy lo vamos a ver con ojos de hoy y de ayer, vamos a ver dónde se luchaba contra la canícula en aquellos años que no había de nada más que aquello que la naturaleza proporcionaba, años en los que no había aires acondicionados, pero había persianas y cabeza para no dejar que las casas se calentasen demasiado, años en los que no había nevera pero que un buen botijo a la sombra daba la vida, años en los que no había piscinas pero el río refrescaba a todo aquel que se acercaba a sus orillas.
Las piscinas son invento del siglo XX bastante avanzado y con restricciones. El primer club deportivo que se creó en Pamplona fue el Club de Tenis que se abrió en 1918, más o menos en los terrenos que hoy ocupan los Capuchinos de Carlos III, pero no tenía piscina, hubieron de pasar muchos años hasta que, el 21 de julio de 1950, se inauguró la primera piscina. Se utilizaba de forma alternativa, un día las señoras y otro los señores, pagando una peseta por su uso y una cincuenta por el uso de una toalla. El primer club que se construyó con una piscina desde su nacimiento fue el Campo de deportes Larraina que se inauguró en 1933 y que era solo para hombres. Condición que se mantuvo hasta 2012. El Oberena también se creó en los años 40 pero hasta 1954 no dispuso de piscina que, así mismo, se usaba por sexos, un día unos otro día otras. Yo alucino, qué mente tan sucia tenían quienes dictaban estas normas, ¿qué pensaban que podía suceder si se bañaban todos juntos?, ¿un desenfreno sexual por debajo de las aguas?, ¿un despertar irrefrenable de los más bajos instintos al ver tanta carne al sol?, ¿una orgía de sexo y lujuria en torno al lavapiés? No lo sé. El Club Natación también pertenece a la década de los 30 pero a sus socios no les hacía falta piscina, tenían el río, así fue hasta 1963 año en el que se inauguró la famosa piscina de saltos con su enorme trampolín. Luego llegó la Agrupación Deportiva San Juan en 1962 y la Ciudad deportiva Amaya en 1965 y había otras más pequeñas como Educación y Descanso, Mola, San Pedro, estas dos últimas hoy desaparecidas, Osasuna o Chantrea. Y más adelante se construyeron Aranzadi, San Jorge, Rotxapea o Etxabacoiz
En el paseo fluvial de hoy vamos a ver las zonas en las que nuestros antepasados se refrescaban cuando no disponían de las infraestructuras antes reseñadas.
Tras atravesar las primeras casas de Ripagaina me he plantado en el burladés puente de la Nogalera y he visto el primer punto de mi recorrido en donde antaño la gente se daba un chapuzón, hay fotos de la época que atestiguan que la zona del río debajo de la ripa era muy frecuentada por los bañistas.
Avancé en mi paseo y seguí bordeando el río por un sendero verde y sombrío al que solo le vi un defecto, el suelo pide a gritos una capa de algo que lo deje en condiciones de ser paseado sin riesgo, ya que las raíces de los árboles ribereños están levantando unas protuberancias que te obligan a mirar al suelo si no quieres darte un tropezón y romperte los morros. Llegué a la pasarela que remata mi querido camino que viene de Beloso y empecé a recorrer la orilla de lo que nuestros abuelos llamaban el recodo, y que fue tramo en el que se llegó a prohibir el baño por la cantidad de ahogados que, por desgracia, cada año ahí se daban. A mi derecha fui admirando esas huertas de la Magdalena orgullo de la ciudad y a mi izquierda el lecho calmo del río lo surcaba, como una flecha de colores, una piragua sobre la que un chaval daba rítmicas paladas que le imprimían una considerable velocidad. En seguida llegué a terrenos del Club Natación, hoy en día un gran club, que empezó con unos muchachos que saltaban al agua desde una piedra, que hoy perdura, llamada Punta del Diamante y que disponían de una caseta de madera que la empresa El Irati les había cedido a modo de vestuario. He salido del camino y he llegado al pie de la presa, desde ahí la vista del molino de Caparroso con su torre y su playa es privilegiada. Ese fue, y es, sitio de baño para la gente de aquí. El 24 de julio de 2022 a las nueve de la mañana me di un chapuzón que me supo a teta, podéis leerlo en mi ERP 231 publicado en mi tercer libro.
He seguido por la Magdalena y he llegado a lo que se llamó el río de los quintos, que corresponde al tramo que hay pasado el molino de Ciganda y en el que se bañaba la soldadesca, de ahí su nombre. Un poco más adelante he llegado a la playa de los alemanes nombre que le dieron aquellos teutones que llegados de África huyendo de no sé qué, se aposentaron un tiempo en nuestras calles y tomaron ese tramo del río como favorito para combatir el calor.
He caminado todo el meandro de Aranzadi con el río a mi derecha y he llegado al puente de San Pedro que he atravesado para tomar dirección contraria a la corriente y llegar a la presa a cuyos pies se encontraba el tramo más frecuentado en tiempos pasados por los bañistas. Según me dijo el otro día una señora , también allí se obligaba a una separación por sexos y me contó que había una piedra grande que indicaba la zona masculina y otra pequeña que indicaba el lugar de baño para las féminas. Pero mi mente malpensante me dice que quien quería perderse por entre la maleza para intercambiar fluidos lo hacía sin excesivo problema.
He seguido mi camino por la orilla hasta el puente de la Rotxa que he atravesado para tomar el funicular de descalzos y subir a la ciudad que, por suerte, ya no olía a meaos.
Cuanto/a guarro/a hay suelto/a en fiestas
Besos pa tos.
Facebook : Patricio Martínez de Udobro
patriciomdu@gmail.com