Me incomoda ese nuevo sistema de tapones encadenados a botellas de plástico y briks. Es como la bragueta del pantalón. Le llaman ecodiseño e imita a los clásicos bidones de los ciclistas. No mejora lo anterior; al contrario, hay que andar con cuidado en el volcado: si no estás al tanto, acabas vertiendo líquido. Además, da problemas para volver a cerrar. Y beber a morro es más complicado. Acabo cortando el hilo del tapón. Por comodidad. ¿Me pasa solo a mí?

Antes tenía un recipiente para conservar esas pequeñas piezas y entregarlas para algún fin solidario, ya que luego eran bien retribuidas en las plantas de reciclaje y eso suponía multiplicar su uso en beneficio de una buena causa. Eso parece que se ha acabado o ha encontrado ahora un obstáculo al estar integrado en un envase de mayor tamaño.

Nada más lejos de mi intención que reprobar la medida adoptada por ley desde el pasado 3 de julio; si hemos llegado a esto es porque la falta de compromiso del personal acaba sembrando el suelo de millones de estos plásticos que son un elemento imperecedero y contaminante. Pero es un engorro para el consumidor. Nadie dijo que reciclar fuera fácil. Ni con el ecodiseño.