Ni los reveses políticos ni los contratiempos jurídicos dan sensación de afectar a Pedro Sánchez, que este viernes ha culminado con la amable visita a Ajuria Enea una semana complicada. Todo se torció el martes cuando Junts se alió con PP y Vox para tumbar la ley de Extranjería y el techo de gasto. Dos golpes en la línea de flotación.
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El primero, porque supone paralizar el urgente reparto de menores inmigrantes por comunidades; y el segundo, porque el Gobierno no puede permitirse otro año sin presupuestos tras su renuncia a tenerlos en 2024 ante la evidencia de que no iba a poder aprobarlos.
Todo apenas 24 horas después de que el juez instructor que investiga a su esposa le citara a declarar y de que este viernes rechazara que lo haga por escrito. Aparentemente ajeno a estas vicisitudes, Sanchez I, el Resiliente, acudía el miércoles a la Generalitat para entrevistarse con Aragonès y dar otro empujón a la investidura de Illa, que apunta a estar más cerca que nunca, antes de cerrar la semana con el mencionado plácido encuentro con Pradales.
Mientras la derecha no para de ladrar, Sánchez sigue cabalgando. Lento, pero firme y convencido de que no hay obstáculos insalvables. ¿Hasta cuándo? Parece que le queda cuerda para rato.