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A la contra

Jorge Nagore

Macroburgers

MacroburgersOskar Montero

Hay por la Rochapea a lo que leo una performance a lo bestia de hamburgueserías que van de ciudad en ciudad haciendo las delicias de quienes van para allá a probar una o algunas o todas las variedades disponibles, que, dicho sea de paso, tienen una pinta fantástica. Yo no iré porque soy de boca pequeña y como las hamburguesas de hoy en día son para gente con la boca como un buzón de correos y me pongo perdido pues prefiero no pasar el trance, pero les deseo y disfrute mucho éxito a público y organizadores, faltaría más.

Eso sí, las cobran a 12,50 euros. No dudo de que la calidad de la carne y los ingredientes usados lo valga, seguro que sí. A mí lo que me preocupa, entre comillas, es que esta clase de precios de algo tan habitual como es una hamburguesa en muchas cartas de bares ya es prácticamente un hecho de unos años a esta parte, al punto de que casi te tienes que ir a una franquicia de comida rápida si te quieres zampar algo que no lleve 33 ingredientes, sea casi imposible de deglutir sin parecer un niño con su primer puré y no te quieras dejar 10 o 12 euros en el asunto.

Ya digo, me parece genial que existan esta clase de hamburguesas con todo, también las llamadas smashburgers pero yo al menos veo que cada vez en menos sitios te puedas zampar tu clásica hamburguesa con queso y cebolla o con queso y lechuga y tomate por 4 o 5 euros o 6 euros y pare usted de contar. Tampoco diré que no haya establecimientos que no las ofrezcan, porque no rastreo la ciudad entera, pero sí que noto la clara extensión del modelo hamburguesón y supongo que la práctica desaparición de aquellas hamburguesas más clásicas que te podías comer en La Bocatta o la Tropi o en el Malembe sin necesidad de dislocarte mandíbula y cartera. Imagino que son modas que se imponen.

Como la vida es cíclica, o eso dicen, a ver si veo otra vez cohabitar modelos más sencillos. Ahí estaré.