He perdido ya la cuenta del número de días de huelga que han hecho los profesores y profesoras en los últimos años, con el día de hoy como último escenario de la al parecer permanente disconformidad de la plantilla de Educación con el Consejero Gimeno y su equipo directivo.
Por su volumen, importancia y funcionariado a su cargo, posiblemente sean Salud y Educación las carteras más calientes de todo un gabinete de Gobierno, aquellas en las que más sencillo es que las miles de personas que trabajan en cada uno de ellas estén muy organizadas sindicalmente y que puedan ir a la huelga cuando consideran que sus legítimas reivindicaciones no son ni siquiera escuchadas.
La interinidad, la jornada, los ratios, los méritos, los salarios… las numerosas circunstancias que rodean a Educación dan para muchos puntos de vista, roces e intereses y parece que las posturas de unos y otros están bastante lejanas, al punto de que los sindicatos se levantaron el otro día de la reunión a los 10 minutos de comenzar, algo que critico duramente el Departamento.
Entre medio, las familias de la pública, que siguen apostando por la pública a pesar de que vean la sangre, sudor y lágrimas que cuesta cada avance lectivo o lo complejísimo que es tener profesorados estables o instalaciones siempre en perfecto estado y muchos detalles más, asisten al asunto sin saber muy bien ni muy mal quién tiene razón o qué deriva va a tomar esto, pero sí con el temor de que la calidad de la educación pública en Navarra se vea afectada, en la medida en que la satisfacción de profesorado es una pieza clave para que el proceso sea satisfactorio y los alumnos y alumnas salgan de allá con una formación correcta a todos los niveles, tanto educativos como sociales.
Lo evidente, a tenor de los hechos, es que el consejero Gimeno no es ni por asomo del agrado del grueso del funcionariado que conforma su departamento.