Leo una frase de Mikel Urmeneta que comparto casi al cien por cien: “Soy un adolescente atrapado en el cuerpo de una momia”. El polifacético artista, como muchas personas de nuestra generación, ha entrado en la categoría de persona mayor. La más extendida convención social atribuye este momento de la vida a quienes han rebasado la frontera de los 60 años. De Urmeneta se pueden decir muchas cosas menos que responda a ese estereotipo de mayor porque sus propuestas e imaginación son todavía el reflejo de un tipo que se rebela contra todos los estándares, también los que hacen de la edad una matrícula a los ojos de los demás: opinan de la carrocería sin tener ni idea de cómo alimentas el motor. La generación boomer vivimos atrapados en esa pinza: tenemos muchos años para mantener el comportamiento del veinteañero que fuimos y vemos lo que antes era la tercera edad como algo lejano que no va con nosotros.

Ayer escuché a una experta que asentaba desde su experiencia la aseveración de que los actuales 65 años son los nuevos 55 o 50. Lo comparto en lo anímico, en las ganas de hacer actividades, en no entregarte a ver pasar los días desde un sillón si la salud te acompaña, pero es una realidad empírica que hay un momento en el que te caen encima, sin previo aviso, los años que marca el DNI. Y los malditos espejos te devuelven la imagen de un tipo al que te cuesta reconocer pero que eres tú mismo, mal que te pese.

Nos pasa que cuando éramos jóvenes contemplábamos a los hombres y mujeres mayores de 60 años como unos abuelos, sobre todo porque la esperanza de vida rondaba esa frontera y porque sus hábitos estaban más anquilosados (y porque buen número de ellos y de ellas habían trabajado desde los 12 años).

Y ahora, he leído informaciones que hablan de “un joven de cuarenta años...”. El cómico Quequé bromeó en un monólogo sobre viejóvenes y adultescentes, pero habría que encontrar una definición que encajara con los nuevos sexagenarios, esos que no reciben la hora de la jubilación como el final de una etapa sino como el comienzo tranquilo de nuevas expectativas. Propongo superar el castizo jubiletas por jubilentos y jubilentas. Porque soy una persona mayor y no tengo prisa.