Ha tenido que ser la ficción la que le devuelva el aplauso que no tuvo en la vida real. Nevenka Fernández asistió hace unos días en Donostia al pase en el Zinemaldi de la película Soy Nevenka, de Icíar Bollaín, y se llevó una larga ovación. Un reconocimiento social que llega décadas después y que demuestra por un lado el poder del cine para abordar problemas de nuestros días y por otro los avances conseguidos en cuanto al rechazo del acoso sexual del que la protagonista fue víctima. El calvario de esta mujer en Ponferrada cuando era concejala, tras ser sometida a todo tipo de acoso por parte del entonces alcalde, ya fue llevado a la pantalla en una serie que reflejaba con total realismo lo que tuvo que pasar. Porque no fue solo la soledad de la víctima, fue el ver cómo la ciudad, la sociedad, su entorno, le dio la espalda. Y en parte la sigue dando décadas después, ya que desde su ciudad natal negaron los permisos para poder rodar allí algunas de las escenas de este filme valiente, como su protagonista, que ha llevado a las salas la primera condena en el Estado por acoso sexual al exalcalde del PP, Ismael Álvarez. Es importante nombrarlo, para que la sociedad no olvide. Decía la directora Icíar Bollaín que la inspiración para los temas que escoge para sus películas la encuentra en las noticias. Así es su cine, un golpe de realidad. Porque demasiadas veces la vida es ya suficientemente difícil y dura sin necesidad de recrearla. Soy Nevenka ya está en cartelera, y llenar las salas es la mejor forma de arropar a quien abrió camino y demostrarle, aunque tarde, que no está sola.