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El farolito

F.L. Chivite

Muy amable

Muy amableArchivo

Ya estoy en esa etapa de la vida en la que a todo el mundo le dices: Gracias, muy amable. Por cualquier cosa. Aunque te insulte. Gracias, muy amable. Aunque te quiera matar con un cuchillo: gracias, muy amable. Ahora bien, la gente no siempre es tan amable. Esa es la cuestión.

Porque luego está el tema de la lucha de clases, claro. O de clanes. O de claves. O como la quieras llamar tú: dinámica de grupos, sinergias ancestrales, electromagnetismo cuántico, lo que más rabia te dé. Pero está ahí siempre: en todas las sociedades y en todas las épocas. La rivalidad, la oposición, el viejo y entrañable combate de la vida. Así que, de acuerdo, aceptas que te empujen un poco, lo justo en cada caso, y dices: gracias, muy amable. No obstante, Lutxo, viejo amigo, decirle a la gente, Gracias, muy amable, no es, para nada, una mala idea. Es otra estrategia. Y funciona. Algunos intuyen la ironía (si la hay), aunque tampoco están seguros.

Pero la mayoría agradece la amabilidad. Y hay hasta quien se sorprende. De acuerdo, somos alimañas, lo sé, eso no se me olvida nunca, Lutxo, viejo gnomo. Pero tenemos conciencia: queremos mejorar. Yo me agarro a eso, le digo a Lucho, el lunes a media mañana, en la terraza del Torino, con sol y buen tiempo, claro. Y me suelta: Tú dirás lo que quieras, pero con los malos de verdad nadie se atreve a meterse. Eso dice. Y ¿cómo lo dice? Mirando hacia oriente, así es como lo dice. O hacia occidente, no estoy muy seguro. Es igual.

Pero tiene razón, creo, esa es la cuestión: que, a veces, es tu alter ego oponente el que tiene razón. Y no te queda otro remedio que admitirlo. Así que le digo: Tienes razón, Lutxo, viejo gnomo, con los malos de verdad, nadie se atreve a meterse. Eso no te lo niego. Y me suelta: Pues, a ver si te enteras de una vez. Y le digo: Lo intentaré, gracias, muy amable.