El comienzo de la temporada de la orquesta navarra ha sido de músicas que se acomodan, sin mayor esfuerzo, en el oído del aficionado. En el primer concierto, –no se publicó crítica por falta de espacio– la fortaleza física y mental de Leonskaja, perteneciente a esa senectud milagrosa de pianistas (Argerich, Achúcarro…) que siguen en activo, nos deslumbró en el segundo concierto de Tchaikovsky y en la propina de la sonata facile de Mozart, interpretada con un vuelo indescriptible; como nos recordaba Pogorelich en La Lectura (El Mundo día 11): “no hay nada más difícil de interpretar que lo que suena fácil al oído”. Y, también en esa primera cita, nos acomodamos, plácidamente, en el ballet de Beethoven: Las Criaturas de Prometeo. El concierto que hoy nos ocupa, el segundo del ciclo, ha sido programado como una sabrosa fiesta caribeña con Mozart de fondo. A Sarah Willis, la trompista solista de la velada, le gusta el mambo, y lo arrima al salzburgués. Bien. Sarah Willis, el director José A. Méndez Padrón, el pianista Ernesto Oliva, el trompetista J. Manuel Pérez, la percusión, tanto turca como caribeña… son, todos, muy buenos músicos, así que pueden tocar lo que quieran, pero, aún pasándolo bien con el mambo, la copla y los rítmicos parches, me quedo, como cumbres de la velada, con el concierto de trompa, y con la extraordinaria versión que Méndez Padrón –y la orquesta– hizo de la sinfonía 33 de Mozart.

La cita de Pogorelich también podría valer para la serie de obras de Egüés, Davis, Carrillo, Oliva, Fernández, y los diversos arreglos para orquesta. El mambo, el bolero etc, nos suenan a fáciles interpretaciones, pero hay que cuadrar bien el ritmo, y dar sentido al lirismo que encierran los temas. El Bodeguerro, de Richard Egüés, con Sarah Willis bailando con su trompa, ya puso el ambiente cálido cubano en la sala. Le siguió la obertura de El rapto en el serrallo de Mozart, con toda la turquería de percusión, como protagonista. El concierto número 3 para trompa y orquesta de Mozart nos dio la verdadera dimensión de la trompista, sin duda una de las mejores del mundo. De todos es sabida la dificultad técnica –de embocadura, sobre todo– que tiene la trompa; pues bien, Willis asombró, primero con la fortaleza de sonoridad de los graves, y, después, con unos ataques en matiz piano que no se suelen oír. La reexposición del tema del tercer movimiento conteniendo el sonido fue maravillosa. Y, claro, como la cosa iba de jugar con Mozart y el mambo, hasta se permitió citas de éste en la cadenza. Y, viceversa: el Rondó alla mambo es una entretenida variación del concierto.

Méndez Padrón acierta al abordar la sinfonía 33 con un tempo asentado y tranquilo, el clima de la sinfonía, que no desdeña la alegría mozartiana, es, a la vez tierno. La alegría y luminosidad va a surgir de la claridad de exposición que hacen todas las familias de la orquesta. Se oye todo con nitidez, y, continuamente, se matizan los pianos y los fuertes, siempre sin salirse de la pureza geométrica del clasicismo, donde todo encaja a la perfección. Vuelo un tanto melancólico, muy bello, en el andante. Bien tomado el pulso al minueto por los maestros de la orquesta. Y espléndido el allegro final. Una versión siempre llevada con delicadeza.

El resto, incluido el estreno de Calimotxo, un mambo en San Fermín, fue una fiesta que gustó mucho al respetable. Ernesto Oliva, el autor, es un excelente pianista, y ha tenido esta cariñada que, en parte, nos recuerda al Poema Sanférmico del titular de La Pamplonesa.

Orquesta Sinfónica de Navarra

Programa: Obras de Egüés, Davis, Lombida, Carrillo, Oliva, Fernández y Mozart. Dirección: José Antonio Méndez Padrón. Trompa: Sarah Willis. Arregos de Jorge Aragón. Lugar y fecha: Baluarte. 24 de octubre de 2024. Incidencias: Casi lleno.