La historia transcurre en una esquina de mi barrio, aunque pudiera acontecer en otras calles de Pamplona. Es la historia de un inmueble en el que hace años entraron por las bravas unas gentes, aprovechando que algunas de las casas eran del Ayuntamiento. Con el tiempo, también ocuparon las viviendas que pertenecían a particulares y todo se transformó en un narcopiso. Mil denuncias vecinales después, las cosas siguen igual, igual de mal.

El menudeo de droga es constante, el acceso de menores, palpable y las sospechas de que se ejerce la prostitución están en el aire. Hay peleas y se ha oído a mujeres gritar que las habían violado o robado lo poco que tenían antes de ponerlas de patitas en la calle. En varias ocasiones los bomberos han ido a apagar incendios, los problemas de salubridad saltan a la vista y el edificio es un compendio de infracciones municipales.

El propietario de uno de los pisos teme que pase algo grave y la ley le responsabilice, la zona es un ir y venir de enfermos, adictos que pululan en busca de su dosis, y en el vecindario crece la sospecha de que las muchas policías que hay en la ciudad pasan del tema y usan a los ocupantes del inmueble como chivatos. Hasta un recién nacido ha estado allá viviendo sin que nadie moviera un dedo… Es de no creer.