El término con que el que hoy titulo la columna se lo he leído a Mauro Entrialgo en su libro “Malismo. La ostentación del mal como propaganda”. Los nazis del misterio son una categoría potente que estas semanas se ha desplegado al olor de la catástrofe en Levante. Se autodenominan investigadores de temas que la historia oficial, la ciencia oficial o el mismo Estado llegado el caso, ocultan, tergiversan o niegan.

Son siempre timos (dirigí una colección en la Editorial Laetoli en la que diferentes autores han abordado varias decenas de ellos, exponiéndolos) porque en el fondo no hay nada paranormal ni que sea un misterio irresoluble si se investiga bien y se evita la exageración y la manipulación interesada. Porque lo que hay es una creación interesada de un corralillo de charlatanes que antes a lo más te sacaban los cuartos o montaban sus escaparates milenaristas en la noche radiofónica o en la telebasura de entretenimiento y ahora pueblan las redes con la connivencia de ciertos grupos mediáticos.

Quienes hacen del misterio el material de su notoriedad e influencia declaran sospechar de la connivencia oficial para someternos pero esconden habitualmente su trasfondo ideológico ultra. De la misma forma que en estos días hemos oído sospechosamente a los más conspicuos conservadores apropiarse de lo del “solo el pueblo salva al pueblo”, convirtiendo una solidaridad popular en una denuncia de lo oficial, la invención y la exageración se han metido en ese mundo de gente que igual afirma que nos gobierna una conspiración masónica pedófila o reptiliana que las vacunas de la covid tenían un chip 5G. Todo redunda en su trabajo de desmantelar lo social y generar desapego y odio. Porque los nazis del misterio nos quieren así, para vendernos su solución final. Ellos, mientras, siguen forrándose.