Tres meses de espera para el especialista, dos para una operación, diez minutos por paciente en consultas a velocidad Fórmula 1. Sí, hay bastante margen de mejora. Mientras escucho historias personales y quejas, muy compartidas al margen de a quién se vote, leo que en Estados Unidos ocurren cositas. En el país con el sistema de salud más caro del planeta 450 hospitales pertenecen hoy a empresas privadas. Una de ellas es Cerberus Capital Management, que lleva el nombre de un animal mitológico, Cerbero, el feroz perro de tres cabezas encargado de custodiar las puertas de Hades, el inframundo. Que cada cual valore simbolismos posibles y haga sus propios memes. Esta empresa compró hace catorce años seis hospitales católicos en Massachusetts convirtiéndolos en una cadena. Había una condición, mantener hospitales abiertos y plantilla contratada durante cinco años. Cumplió el plazo. A las pocas semanas, vendió el terreno. ¿Beneficio de la operación para Cerberus? 753 millones de euros. ¿Perjuicio para los seis hospitales, que ahora tenían que pagar por alquiler de terreno? Desinversión en personal, equipamiento quirúrgico y hasta en sábanas limpias. Pacientes que veían su vida pasar rápido en diapositivas esperando atención urgente en salas de emergencias, más mortalidad en enfermedades habituales.

Si allí no tienes seguro médico nuestro Siéntese, qué le pasa cuesta entre 100 y 200 euros. Nuestro Va a quedarse hospitalizado unos días son 2.750 € de media por jornada, más de 4.000 si el hospital se encuentra bajo el sol californiano.

Las empresas pagan a sus empleados hasta el 85% del seguro. Pero no todo el mundo tiene un contrato laboral. La prima de un seguro privado para una persona de 21 años ronda los 400 € al mes. Para una de 60 supera los 1.100. Si fuma, más. El gobierno paga menos del 50% del coste del sistema de salud; un 40%, aseguradoras privadas, y el resto, cada ser humano que pueda abonarlo aunque después no sea tratado como tal, sino como un consumidor que genera pérdidas o beneficios.