Pedro Sánchez vuelve a lograr posponer el desencuentro con sus socios a costa de proyectar en el futuro los asuntos para los que no dispone de mayoría suficiente, pero sigue sin asentar la estabilidad del Ejecutivo. Esta semana ha tenido que encarar un plante de Junts y otro de Podemos y los ha solventado agotando los márgenes del barbecho en que mantiene sus compromisos con estos y otros socios imprescindibles para la gobernabilidad.

El horizonte del Presupuesto 2025 planea sobre todo ello y la presión se acrecienta. Es tiempo de cumplir los compromisos y de construir un eje claro de actuación que ratifique la confianza prestada. En el caso de los socios soberanistas, las palabras del presidente español sobre los márgenes viables en el marco legal para profundizar en el autogobierno de Euskal Herria y Catalunya, expresadas en un entorno informal ante medios de comunicación, no tendrán recorrido si no se sustancian.

Los compromisos con PNV y Junts van más allá y conllevan una agenda que los materialice. Pero, siendo esta una obligación que puede enquistarse en su costado, el verdadero problema del Gobierno español para disponer de mayorías está a su izquierda y el tratamiento que le está dando a los asuntos que implica no es diferente: acordar en minoría iniciativas que exigen mayorías inexistentes. Las medidas fiscales, que exige Bruselas, que bloquean el diálogo presupuestario y que condicionan los consensos amplios, siguen sin estar resueltas y la minicumbre de las izquierdas de esta semana para recuperar por decreto el nuevo impuesto a la electricidad es una patada a seguir a falta de una mayoría que convalide. El problema de gestionar microespacios de entendimiento es que no todos los interlocutores tienen agendas que lo faciliten.

Los soberanistas han definido un terreno claro y estable en el que Sánchez encuentra difícil avanzar por el lastre de quienes, como Podemos, carecen de agenda de gobernanza porque lo que tiene en juego es su supervivencia política en un pulso con otros socios de la investidura de Sánchez y con él mismo. Sus votos le hacen falta a Sánchez pero sus demandas son excluyentes de otros apoyos de mayor dimensión y más estables. Es cierto que la derecha está en dinámicas de antipolítica, pero Sánchez no debería seguir fiando la adhesión ajena a la perspectiva de una alternativa peor.