El Parlamento ha dejado esta semana vistos para sentencia el proyecto de presupuestos y la reforma fiscal del Gobierno de Navarra. La dos leyes más importantes del año han superado sin dificultades el debate en comisión y serán aprobadas de forma definitiva el próximo jueves en el último pleno antes de Navidad. El Gabinete de Chivite, y los partidos que lo apoyan, podrán irse de vacaciones con la tarea hecha y buenas perspectivas para el futuro.

Más allá de la incertidumbre financiera que rodea un mundo en constante transición y la inestabilidad política que recorre el conjunto de Europa, el Gobierno foral podrá contar el próximo año con unas cuentas ordenadas que, si bien moderan el crecimiento de años anteriores, mantienen la inversión pública al alza y una perspectiva positiva de la recaudación fiscal, lo que implica también optimismo económico. Pero sobre todo contará con una mayoría política clara y solida que le garantiza tranquilidad en los próximos meses.

Durante la última semana en el Parlamento se han debatido más de 800 enmiendas a los presupuestos y distintas alternativas en materia fiscal. De ellas se han aprobado 367, todas de la mayoría progresista, que ha ido de la mano en todas y cada una de las votaciones. Y lo ha hecho desde una defensa mutua y cohesionada que ha dejado a la derecha sin capacidad de influencia, limitada a una crítica general de más voluntad política que rigor. Es cierto que la oposición deja un margen de propuestas que no tiene el Gobierno, pero reclamar bajadas de impuestos después de pedir subidas de gasto acaba teniendo poco recorrido.

Al final, y eso ha calado ya en la sociedad navarra, donde se toman las decisiones y donde se reparte el presupuesto es otra ventanilla. Con sus sesgos y con sus prioridades, pero cada vez más alejada de Príncipe de Viana. UPN sigue siendo la fuerza más votada, pero sigue sin tener clara la estrategia ni quién manda de verdad. 

Para recuperar influencia UPN va a necesitar mucha paciencia y un talante mucho mejor del que ha demostrado esta semana

Puede ser oportunista y en cierto modo también clientelar recurrir a las enmiendas nominativas para satisfacer algunas necesidades presupuestarias de ayuntamientos y colectivos sociales. Sobre todo porque ofrece un factor discrecional que choca con la igualdad de oportunidades que debe garantizar la administración pública. Pero los 15 millones que esta semana han repartido los socios de Gobierno entre decenas de asociaciones y ayuntamientos es también una muestra del poder y de la influencia de la que antaño presumía la derecha foralista, que lleva ya una década al margen de las decisiones que se toman tanto en el Palacio de Navarra como el Parlamento foral.

Perspectiva de futuro

Lo peor para UPN, y esa es quizá la reflexión más importante que deja los presupuestos de año que viene, es que la situación no tiene perspectiva de cambio a corto ni medio plazo. A diferencia de Madrid, donde el ruido y la presión política, mediática y judicial constante intentan poner en jaque al Gobierno de Sánchez, Navarra es hoy una oasis para los partidos que sostienen al Ejecutivo foral. En especial para el PSN, que exhibe ya sin complejos la mayoría política que le garantiza estabilidad institucional. Quién lo hubiera dicho hace diez años.

El escenario por supuesto no es definitivo. La política son ciclos y no suele ser fácil vaticinar cuándo van a cambiar. Pero enNavarra no lo ha a hacer, al menos por ahora, porque ni Sánchez va a caer pronto ni aunque lo haga el PSN va a tener incentivos para virar de posición. Lo que debería invitar a una reflexión a UPN. 

Quizá el PP y Vox puedan navegar cómodos en la oposición unos cuantos años más, buscando ganar espacio a costa de un regionalismo decadente. Pero UPN no. Y la agresividad que ha mostrado esta semana en muchas de sus intervenciones –sobre todo con Geroa Bai, a quien trata de generar dudas estratégicas– le alejan no solo del ámbito de toma de decisiones, sino también de cualquier influencia a medio plazo.

Diez años después de la salida de UPN del poder, y seis desde la llegada de Chivite al Palacio de Navarra, el bloque de Gobierno es cada vez más sólido, estable y previsible. Todos parecen haber asumido su rol, algunos con expectativas y otros con resignación. Pero su única alternativa es colaborar y eso es garantía de futuro. El debate presupuestario y fiscal ha sido solo un paso más.