Ayer volvieron a salir a las calles cientos de personas que reclamaban un futuro para Sunsundegui y Sakana. El día anterior más de 3.500 personas se movilizaban por el empleo ante el cierre anunciado de BSH. Entre ambas hay más de 2.000 empleos en juego.

Empresas como la de Esquíroz que ha visto como se ha llevado parte de la producción de su firma a países como Turquía o Polonia, o que han perdido contratos de grandes multinacionales como Volvo. Cuando hablamos de competir hablamos de salarios. Malos tiempos para la industria y peores para una generación como la mía que ha pasado de los cincuenta. Algunas cartas recibidas estos días me sobrecogen.

Comprobar la impotencia de trabajadores y familias enteras que han luchado durante muchos años. Y a los que todavía les quedan años para jubilarse. Hace apenas seis años escribía la historia de la antigua Superser, uno de los mejores exponentes del desarrollismo de los sesenta y fiel reflejo de la historia de muchos navarros como mi amigo Ramón Martínez, que vino de Baeza, Jaén, a trabajar duro. Hacían los mejores frigoríficos, decía. Esa generación asentó los pilares de nuestra industria. Se nos escapan las claves para entender ahora los hilos de este mercado. Antes tener un trabajo asalariado en una fábrica era un chollo, las cosas han cambiado. Muchas industrias vinculadas a multinacionales están en manos desconocidas. Y para los grandes capitales los trabajadores siguen siendo números sujetos a otros muchos intereses y ambiciones.