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A la contra

Jorge Nagore

Deprimente

DeprimenteEFE

Lógicamente, no vi el discurso del Preparao, porque uno tiene su sistema nervioso central y sus neuronas y hace mucho que el médico me tiene prohibido acercarme a lo que me ponga nervioso si puedo evitarlo. Así que no le escuché. Tampoco, la verdad, le escucho nunca, porque él y su figura, como la de su padre, su abuelo, sus bisabuelos, sus tatarabuelos y así hasta el confín de los siglos, me resultan intolerables, es algo simplemente genético.

Si la genética les permite rascarse los huevos desde hace milenios en nombre de España la mía me impide gastar un segundo de mi valioso tiempo en el planeta en tratar de discernir qué dicen y para qué. De modo que los días posteriores a que se dirija a nosotros como a su chusma plebeya o directamente cortesana tampoco caigo en la trampa que me tienden los medios al plasmarme sus palabras por si me las había perdido y al plasmarme las reacciones de los partidos políticos, los cuales todos, sin excepción, hacen la valoración de las palabras como si el mismísimo Mesías se hubiese subido al alto de la montaña para contarnos algo trascendente y los ciudadanos necesitásemos realmente esa valoración, que no.

Si intrascendente, plano, vacuo, innecesario, anacrónico y caro es lo que nos suelta todos los 24 de diciembre la familia esta desde 1975 innecesario y todo lo demás es leer qué opinan de ello los políticos, muy a menudo tan vacuos o más que el interfecto. El lobby Borbón no ha dicho nada interesante desde ni se sabe qué año y tal vez las dos únicas intervenciones en su vida en la que han mostrado qué eran fueron a raíz del 1-0 y el 23-F, con todo lo muchísimo que no sabemos de aquel día y que no sabremos, porque los partidos se dedican a analizar nimiedades y no a poner a las instituciones al servicio de la verdad. Mientras, pasa un año más y seguimos sin saber a cuento de qué seguimos aguantando este cachondeo medieval.