1991: UPN, recién coaligado con el PP, debuta en la presidencia del Gobierno de Navarra como lista más votada. Las negociaciones entre PSN y Herri Batasuna no habían prosperado y la coalición abertzale optó por la abstención. 1993: el presidente Alli y el vicepresidente Sanz mantienen reuniones con altos dirigentes de HB para tratar de pactar los Presupuestos. Eran años de plomo de ETA. 2024: Cristina Ibarrola es ahora la presidenta de UPN y el PPN le ha quitado nombres y votos. Critica que el PSN haga con EH Bildu lo que su partido intentó años atrás con HB, siglas nacionalistas radicales que considera en ambos casos “herederos de ETA”.
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Califica de “portazo” el rechazo a sus enmiendas al proyecto de Presupuestos, “por sometimiento a Bildu”: “Un desprecio al partido mayoritario de Navarra”. Olvida sonados “portazos” de UPN: al CDN, dolorosa escisión que participó en un Ejecutivo alternativo con socialistas y nacionalistas en 1995 y que, sin embargo, le facilitó dos posteriores gobiernos de coalición hasta que UPN rompió el segundo en 2009; al PSN, socio de gobierno hasta que Barcina destituyó a su vicepresidente socialista en 2012, al año de su constitución; al PP como pago al agostazo de 2007; y a su propia marca en 2019, diluida en Navarra Suma. Portazos. El PSN pagó caro aquel gobierno de coalición con UPN. Aunque tempranamente abortado, la peripecia le costó una severa caída electoral (7 parlamentarios) y la irrelevancia para influir en la formación de gobierno.
Así, en 2015, Geroa Bai, EH Bildu. Podemos-Ahal Dugu e Izquierda-Ezkerra firmaron un Acuerdo Programático de Gobierno con la presidencia de Uxue Barkos. El PSN no pudo impedirlo. Ibarrola también ha dado algunos portazos a las relaciones personales en política, con actitudes despreciativas hacia Asiron (“No quiero ir con usted a visitar Pamplona”) e hirientes hacia el PSN (“Miserables”). Sectarismo y rencor. La huella se esa arrogancia no se limpia con una fregona.