Israel y Hamás llegan a un acuerdo pero Israel lo rompe acusando a Hamás de haberlo roto antes y mata a 75 o 100 o ya qué sé cuántos gazatíes en una nueva vuelta de tuerca más al horror, al que espero que en unos años miremos con supina vergüenza por habernos acostumbrado. Mientras, sigue lo de Ucrania, a la espera de que la llegada de Trump pueda suponer un punto de inflexión a la hora de entablar negociaciones.

Más cerca y con, menos mal, infinitamente menos dolor pero también con el susto en el cuerpo, los vecinos de Noain afectados por la explosión de gas de la otra tarde van volviendo a sus casas, aunque los de los bloques más afectados tardarán mucho en poder pisar de nuevo sus hogares, visto el estado en el que quedaron muchos inmuebles. Motivos para entristecerse los hay siempre a patadas, basta con abrir el ordenador y leer los titulares y dan ganas de echar a correr, así que habrá que intentar aferrarse a las pequeñas cosas del día a día, a los pequeños detalles, para que estos nos den algo de oxígeno y de positividad y una cierta esperanza de que el horizonte será mejor. Hoy anochece a las 6. No es gran cosa, pero es un paso.

Hacía 77 días que anochecía antes de las 6, lo que viene siendo conocido como la cueva –noviembre, diciembre y la primera mitad de enero–. Pues ya hemos pasado la cueva, ya vamos ganando minutos de luz al día y quitándolo minutos de oscuridad a la noche, lo que siempre es buena cosa.

Sí, sigue haciendo frio, pero la tarde es media hora más larga que a primeros de diciembre y para final de enero habremos ganado 17 minutos más de luz. Lo sé, lo sé, no es el maná, pero, ya digo, hay que ir pillando motivación de aquí y de allá para surfear lo que la actualidad mundial depara, esta especie de incertidumbre geopolítica con nubarrones económicos y laborales y todo esto, que también nos pillan por aquí cerca. Las 6. Por algo se empieza.