En política, como en cualquier otro ámbito de la vida, hay quienes las matan callando y quienes ladran bastante más de lo que muerden. Sin minusvalorar la capacidad de liarla del personaje en cuestión, Donald Trump pertenece a estos últimos. Y le va bien. Con ese discurso bravucón, plagado de mentiras y exageraciones, obtuvo en 2017 las llaves de acceso a la Casa Blanca, y esa misma incontinencia verbal pero elevada al cubo le ha servido para regresar a la presidencia del país más influyente del globo terráqueo.
Pero del dicho al hecho muchas veces hay más que un trecho y en algunas cuestiones relevantes el mandatario del pelo naranja se ha estrenado en el cargo bajando el tono. Especialmente en política comercial. Es verdad que no lleva ni una semana en la poltrona, pero por el momento rehuye el combate con China, y evita concretar las amenazas arancelarias de las que hizo gala durante la campaña, aunque mantenga en el punto de mira a México y Canadá. No obstante, seguramente tendrá que bajarse del burro porque obstaculizar el flujo comercial con sus vecinos lo primero que propiciaría sería un indeseado incremento de la inflación en su propio territorio.
Escuchando a Trump parecería que EEUU ha funcionado en los últimos tiempos como una ONG en sus relaciones comerciales, pero nada más lejos de la realidad. Todos y cada uno de los tratos internacionales obedecen a intereses propios, de ahí que se la cogerá con papel de fumar antes de tomar decisiones que perjudiquen los intereses de los empresarios de su país. Ni Trump ni algunos de sus milmillonarios asesores como Bezos y Musk tienen el menor interés en tomar decisiones que perjudiquen sus rentables negocios.
Bien distinto es el menosprecio que siente por los migrantes y por el cambio climático. Pero también es cierto que otros mandatarios han suscrito acuerdos encaminados a legalizar a estas personas o a frenar el calentamiento global que luego han incumplido sistemáticamente. Aunque solo sea por no amargarnos con la vuelta de este especimen, lo bueno de tenerlo de mandamás es que sabemos a qué atenernos.