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Los amigos de Trump

Los amigos de TrumpJULIA DEMAREE NIKHINSON / POOL

Con las extensas críticas a Trump en los medios informativos, resulta fácil olvidar que el expresidente y millonario ha podido volver a la Casa Blanca gracias a un claro apoyo popular conseguido en casi todos los sectores de la población, excepto algunas zonas como la capital norteamericana, totalmente comprometida por el Partido Demócrata al que dio nada menos que el 95% de sus votos.

En el resto del país, tanto donde Trump ganó como donde perdió, los sufragios republicanos crecieron incluso en bastiones Partido Demócrata como California o Nueva York. Especialmente llama la atención el voto neoyorquino, donde Trump obtuvo el 44% de los votos frente al 55% de Harris, cuyos 11 puntos de ventaja quedaron muy lejos de la victoria de Joe Biden en el año 2000, pues Trump perdió entonces por 23 puntos.

El éxito, como se dice en tantos lugares, tiene muchos amigos y la victoria de Trump, tan clara como inesperada fuera de Estados Unidos, le ha aportado apoyos nuevos como del multimillonario Elon Musk, o los impensables hace pocos meses de Jeff Bezos, dueño de Amazon, o Mark Zuckerberg, propietario de Facebook, la empresa que censuró a Trump en los últimos años hasta cerrar cualquier acceso de sus clientes a los mensajes de Trump.

Uno puede imaginar que, tras la guerra contra Trump de los últimos años, estos personajes temen por las repercusiones que puede provocar el resentimiento del actual presidente y tratan de mejorar las relaciones con él, algo no muy difícil porque Trump también quiere tener más amigos y evitar luchas innecesarias.

La juventud ya no está a la izquierda

Lo que ya es más sorprendente es el apoyo generacional, pues la juventud norteamericana no está a la izquierda de sus padres, sino todo lo contrario y provoca casi horror entre sus progenitores cuando lucen una de las viseras rojas típicas de los partidarios de Trump con las siglas MAGA (Make America Great Again-Devolvamos la grandeza a América)

La consecuencia fue clara en las elecciones, donde el voto se repartió casi igual para los dos candidatos, especialmente en el voto juvenil: cuatro años atrás este grupo dio casi el 61% a Biden, mientras que en las últimas elecciones, tan solo votó por la candidata demócrata el 50%. Especialmente los hombres cambiaron de opinión, pues la mayoría de ellos dio su voto a Trump que recibió el 56%, comparado al 41% cuatro años atrás.

Una decepción semejante sufrieron los sindicatos, habitualmente un bastión progresista, cuya gente de a pie se rebeló contra la erosión de sus salarios provocada por la inflación.

La capital norteamericana, en cambio, es un caso particular: los funcionarios son considerados en el país como una casta favorecida, con empleos seguros y grandes beneficios de tipo social y creen que su situación la han de agradecer a los instintos políticos del Partido Demócrata, y temen por sus privilegios bajo los republicanos.

Trump les da la razón: nada más tomar las riendas de la Casa Blanca, ya anunció programas para renunciar a sectores enteros de funcionarios, como por ejemplo los encargados de garantizar la “diversidad, equidad e inclusión” (DEI), partes de cuya política habían provocado grandes protestas entre las mujeres atletas, obligadas a competir con hombres en actividades deportivas y hasta a compartir duchas y vestuarios con aquellos que se sienten mujeres.

Trump crea así un problema grave para los jóvenes que salen de las universidades con flamantes títulos de especialistas en DEI, pues la profesión se está quedando sin clientes y ya no les puede dar empleo. Tienen la opción de regresar a la Universidad, pero han perdido años valiosos y el elevado precio de los estudios superiores representa un gran obstáculo para reciclarse profesionalmente.

Donald Trump aprieta el acelerador

Las universidades se replantean ahora una orientación nueva, aunque hay lugares que siguen firmemente comprometidos con la progresía. Incluso allí hay cierta inquietud ante el riesgo de investigaciones por posible antisemitismo, de forma que han empezado a contratar altos cargos de orientación conservadora.

Donald Trump aprieta el acelerador probablemente porque sabe que tan solo tiene dos años fructíferos por delante. Pasado este tiempo, Washington centra su atención en el futuro presidente que, en este caso, no puede ser una repetición: La Casa Blanca tan solo se puede ocupar por dos mandatos y Trump ya tuvo el primero de 2017 a 2021.