La vivienda es un derecho al que a día de hoy muchas personas no pueden acceder; un tema con múltiples caras y soluciones complejas que exige fórmulas nuevas. El acceso a la vivienda es un problema real en las ciudades y en el mundo rural. “Un problema como una casa”, en Navarra y en el resto del Estado, como decía esta semana el Consejo de la Juventud en su último informe. Arrastramos muchos años de especulación y de tratar la vivienda más como un negocio que como un derecho; mirando a un sector económico, el de la construcción y no a la necesidad básica que acaba condicionando otros muchos aspectos de la vida.

Navarra va avanzando en la dirección correcta en cuanto a tratar de poner todos los mecanismos disponibles desde la Administración para intentar poner freno a la subida de precios, tanto del alquiler como de la compra. Pero sigue faltando suelo donde construir vivienda pública asequible y empresas que las hagan; los procesos de nuevas promociones se eternizan y las que están en el mercado son claramente insuficientes. Conseguir que más propietarios pongan sus casas a disposición de esa necesidad no parece fácil, pero habrá que seguir lanzando anzuelos para que ese parque aumente. Por no hablar de los casting en los que se han convertido los anuncios de alquiler. Ante la escasez alguien siempre se beneficia. Ya no es suficiente con ser solvente y demostrarlo, ahora hay que pasar tantos filtros que la mayoría se quedan por el camino, con sus ilusiones por los suelos.

Falta vivienda para los jóvenes, que ven truncados sus proyectos de vida por no poder pagar un alquiler ni con las ayudas públicas, y se ven obligados a compartir casa o acaban lanzándose a la compra hipotecándose de por vida. Aunque en muchos pueblos ni eso es posible, lo que agrava todavía más el otro gran problema, la despoblación. Faltan viviendas para las personas que viven solas, para quienes de pronto la vida cambia y tienen que reiniciarse. Faltan casas para las personas inmigrantes que quieren vivir y trabajar en nuestras ciudades y pueblos, y faltan también para muchos trabajadores en las zonas rurales, porque simplemente no hay oferta en alquiler que no sea para uso turístico.

Ya pasó hace un tiempo con un médico en un pueblo del Pirineo y ahora la historia se repite con un profesor en la misma zona. Dos de las profesiones esenciales, salud y educación. Estos días circula por las redes el mensaje de un profesor joven que quiere quedarse en el pueblo donde está el centro escolar en el que va a ser contratado, pero no encuentra dónde vivir. Así que lo ha lanzado para ver si alguien le alquila una habitación o una casa, por lo menos durante el curso escolar. Lo ha conseguido. Esto pasa en el Pirineo, en el nuestro, en riesgo de despoblación, donde son muy pocas las chimeneas encendidas, donde vivir y trabajar debería ser fácil, pero no lo es.