Pamplona ultima un proceso participativo para que el vecindario de Erripagaña pueda opinar sobre la administración a la que quiere pertenecer. La iniciativa la está liderando Iruña con sus equipos técnicos pero necesita la rúbrica del resto de ayuntamientos de los que depende para poder llevarse adelante. Es decir, un convenio entre las cuatro entidades locales que deben aportar sus informes económicos correspondientes. Al parecer el Ayuntamiento del Valle de Egüés no estaría dispuesto a aceptar la tercera vía que proponía Comptos para que el reparto de cargas y beneficios se hiciera entre los dos principales titulares de suelo: Pamplona y Burlada, dando por hecho que Huarte no pinta nada porque apenas tiene suelo.
Se sobreentiende que a Pamplona le puede interesar crecer en población y territorio, en definitiva, hacerse más poderoso. Y que la que más pierde por situación económica precaria sería Burlada, que vería disminuir sus ingresos en unos 2,6 millones anuales, además de no poder garantizar los servicios necesarios a los 15.000 habitantes previstos (ahora unos 12.000). Burlada cobraría además sobre mapa las licencias de las 471 nuevas viviendas previstas en la antigua parcela comercial. Y desconozco si el Gobierno de Navarra tendría obligación legal o moral de compensar a la administración que se sacrifica en la amputación. Lo lógico en todo caso es que el barrio se integre en un único municipio tal y como propuso en su día el Defensor del Pueblo en Navarra.
La encuesta jurídicamente no será vinculante pero no me sorprendería que los vecinos a este paso hubieran preferido convertirse en municipio independiente. Saben, además, que este limbo es la pescadilla que se muerde la cola porque, hasta no resolverse su estatus, hay proyectos que quedan en stand by como el Civivox de Pamplona que, eso sí, tiene partida para redactar el proyecto. También Burlada ha encargado el diseño del polideportivo. Ambos proyectos no se ejecutarán, les transmiten, hasta que no se resuelva la división administrativa.
No hay ninguna ley foral que marque un plazo para que se desarrollen equipamientos y servicios cuando se construyen nuevas viviendas pero lo de Erripagaña ha sido de traca. Si la urbanización va a tener en su conjunto el tamaño de Milagrosa o Zizur Mayor nadie entiende que sus diferentes generaciones no tengan las mismas oportunidades que otros barrios o pueblos. El centro de salud ya tiene proyecto y dicen que las obras se iniciarían a finales de año de modo que antes de 2028 es difícil que abra. Lo más avanzado es la escuela infantil –las obras en marcha– que se prevé abrir para el próximo curso 2025-2026. Pero llega tarde.
Por no decir que no hay ni colegio ni dotaciones socioculturales. Yo soy vecina de Burlada y muchos compatriotas compraron vivienda en su día en Sarriguren o Erripagaña para emanciparse o mudarse, y muchos de ellos para estar cerca de sus padres. En 1991 tenía vocación industrial y de servicios, en 2004 se cambió por uso residencial. Hoy, más de 20 años después, Erripagaña sigue sin ser un proyecto sólido lo que significa un fracaso para las administraciones. Suerte que al menos el tejido vecinal es fuerte.