Si el tiempo y la autoridad competente lo permiten, estaré este domingo recorriendo las calles de Iruña con los trabajadores y trabajadoras que han convocado una manifestación en defensa de sus empleos y de su derecho al trabajo ante los sucesivos anuncios de cierre de varias empresas. Estaré ahí en solidaridad con ellos y con sus familias. Es lo importante. Como en cada situación similar, son personas, no fríos números, lo que está en juego. Cada uno de ellos aporta una identidad propia, un nombre, un estado social y familiar, una cualificación profesional. Sueños, anhelos, necesidades, angustias.
Es fácil en una tierra como Navarra que todos tengamos un amigo, un familiar o un vecino afectados por esos cientos de puestos de trabajo que están en el aire. Cada empresa con su propia casuística, incluso con beneficios como BSH. La industria navarra no está exenta de los riesgos de deslocalización, externalización de la producción, la competencia de China o India o ahora los nuevos aranceles de Trump, etcétera. Por lo que no me manifestaré hoy es por ese nuevo mantra de que la industria navarra se está desmantelando. No es cierto.
Navarra creó 1.004 empresas nuevas en 2024, un 24,7% más que el año anterior y sólo unas docenas se disolvieron o trasladaron su domicilio a otro lugar. Y los sectores emergentes de la industria de este siglo XXI –tecnología, innovación, farmacéutica, aeroespacial...– están creciendo en número, empleo y facturación. Decir que se está desmantelando la industria navarra es la última falsedad de UPN, PP y Vox. Hay problemas en ámbitos de la industria y posiblemente habrá más si se desarrolla como ha anunciado Trump su guerra comercial contra todo el mundo y con el ojo puesto en Europa. El cambio mundial no sólo afecta a la geopolitica internacional, sino también a la economía y al libre comercio y Navarra se verá influida de una forma mayor o menor por las consecuencias de ese proceso de transformación global en marcha.
Navarra debe insistir en su apuesta por la industria –la nueva Ley Foral es una prioridad–, y por la atracción de inversiones, pero también por la defensa y cuidado del arraigo de su sector empresarial, centrado hoy en las pymes y las empresas familiares, y tratar de recuperar ese arraigo también en la industria estratégica. El ejemplo de Sidenor y el Gobierno de la CAV asumiendo el control de Talgo es un modelo. Y apostando por la creación de empresas públicas que participen o impulsen proyectos en ámbitos como la energía, la investigación o la vivienda. No hay que quedarse apalancados en un tiempo que se está acabando, sino avanzar hacia aquello que pueda seguir asegurando la prosperidad de Navarra.
Por eso, creo que Ibarrola y Esparza deberían reflexionar sobre su insistente y planificada campaña que muestra la idea de una Navarra negativa, catastrófica y en caída libre y el impacto que esa mala imagen de Navarra puede acabar teniendo en los despachos de empresas e inversores donde se pueden tomar decisiones que conciernan a la economía, la industria y el empleo de Navarra. Tirar piedras al tejado propio sólo por intentar desgastar al Gobierno cuando en realidad lo que pueden hacer es estar desgastando posibilidades de inversión para Navarra en un momento en que la economía y las empresas están rodeadas de incertidumbres.