Es evidente que si la Vuelta a España llega a Navarra y además lo hace en un alto es una buena noticia. La ronda española, que puede que este año cuente con un duelo Pogacar-Vingegaard, llegará a Larra Belagoa procedente de Senda Viva y ascenderá los casi 9 kilómetros finales, unas rampas con medias del 7 y pico por ciento que suavizan mucho en los tres últimos kilómetros. Sinceramente y puesto a pedir, se me queda corto el puerto.

Por supuesto, la dureza y las diferencias siempre se ha dicho que la ponen los corredores, pero hay decenas y decenas de puertos más duros en Navarra –o posibles encadenados que hagan de la jornada una jornada de alta montaña y no solo de media montaña con final en alto–. En 2023, con dos puertacos antes de Belagoa, no hubo grandes diferencias entre los favoritos y se llevó el triunfo un Evenepoel que ya había dicho previamente adiós a sus opciones de victoria final.

Como digo, en ocasiones perfiles supuestamente poco atractivos pueden deparar etapas épicas y en cambio jornadas que se presumen terribles por desnivel y puertos acaban siendo un semi fiasco por falta de valentía, fuerzas o simple bloqueo de un equipo muy superior a otros. No hay una regla exacta, así que nadie nos puede decir que unir Ribera con Belagua con el alto de las Coronas como único escollo antes del alto final tiene porque ser una etapa aburrida.

Tiene en contra que llega tras las etapas aragonesas de montaña y a la espera del día de Bilbao, que puede ser un matacorredores, y las jornadas consecutivas de Corrales de Buelna, el Angliru y La Farrapona, cuatro días de auténtica escabechina al menos sobre el perfil. En todo caso, hay que congratularse de que días así se repitan en el territorio foral y confiemos que en un futuro se pueda diseñar un trazado más duro que pase a ser una etapa decisiva o clave en futuras ediciones de la ronda española.