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Música

Teobaldos

La transparencia de Andrea Marcon

La transparencia de Andrea MarconCEDIDA

Era de esperar la clarividencia del director italiano al aplicar al clasicismo una cierta iluminación barroca en sus versiones. No ha defraudado, el resultado de trasladar el mundo que tan bien conoce del renacimiento y del barroco a la música de Mozart, ejecutada por una orquesta convencional, es de una transparencia, vitalidad, y luminosidad bellísimas. La Sinfónica de Navarra suena a orquesta historicista, con tempos retenidos o acelerados para contrastar más los matices; con acentuaciones más incisivas que las habituales, con redobles de timbal seco, con despuntes de fagotes y cuerda grave, como queriendo incidir en un bajo continuo; con destellos de metales; y con una cuerda poderosa y protagonista. Todo para que esa transparencia sonora revelara, a su vez, la teatralidad y el dramatismo que encierran muchos tramos del postrer Mozart, el de la Sinfonía 35 y el del Concierto 20.

Un momento del concierto de Jaroussky, acompañado por la Orquesta Barroca de Venecia, con Marcon en 2013 en Baluarte

El paso de Marcon por el Baluarte siempre ha sido un acontecimiento. En noviembre de 2013 con la Orquesta Barroca de Venecia y Jaroussky; el pasado Marzo con la Pasión San Juan de Bach. Y el acontecimiento sigue, en esta ocasión, por conseguir sacar a nuestra orquesta nuevas (antiguas) sonoridades. Un trabajo al que, de entrada hay que decir, la Sinfónica respondió muy bien.

Orquesta Sinfónica de Navarra

Temporada de la orquesta. Obras de Mozart y Beethoven.

Dirección: Andrea Marcon. Piano: Jaeden Izik-Dzurko.

Lugar y fecha: Baluarte. 13 de febrero de 2025.

Incidencias: Tres cuartos de entrada.

La Sinfonía 35 de Mozart comienza con una explosión de sonido que va renovándose a partir de contrastes en matices más piano. Marcon, sin acelerar el tempo, consigue la fogosidad de toda esta primera parte. La calma vuelve en el andante, con unos violines primeros que se elevan en las notas agudas sostenidas y que dulcifican el tema. Vuelve el brillo barroco al presto final, pero con la fuerza del gran sinfonismo vienés mozartiano.

Jaeden Izik-Dzurko es un pianista de 26 años colmado de premios, entre ellos el Paloma O’Shea. Es canadiense, pero su poso cultural viene de Hungría, de donde huyeron sus padres, ambos, también, pianistas. Como la espléndida generación de jóvenes pianistas, Jaeden lo toca todo. No tiene problema con la partitura del concierto 20 de Mozart, así, por ejemplo, en el segundo movimiento, –esa divida romanza– lo interpretó con esa sensación de que tocar a Mozart es fácil, prueba evidente de que se está haciendo bien; pero me da que a este joven pianista le va mejor el romanticismo.

Quizás, en el primer tiempo, trató de conseguir el dramatismo del comienzo con cierta invasión sonora de la mano izquierda aunque, por supuesto no se viera comprometida la claridad del resultado. En la cadencia se entretuvo copiosamente, disfrutando de un teclado al que sacó gran sonoridad. Muy aplaudido por el público, dio de propina a Bach (de la IV suite), para que conste la calidad de un pianista.

En la Primera de Beethoven, Marcon, de nuevo, nos ilumina con una versión muy propia, distinta de lo que solemos escuchar. Conserva los redobles de timbal, secos y barrocos y la claridad de un planteamiento clasicista; pero con un resultado francamente pujante, potente, beethoveniano. Mantiene un tempo bastante asentado, sin esa sensación de rapidez que se suele dar entre los jóvenes directores con esta obra, y así, los contrastes llegan a sorprender; y ya es mérito a estas alturas. Por ejemplo, la demora infinita en el adagio del último movimiento, para dar paso a un rapidísimo y asombroso vivace. La orquesta en total sintonía con el maestro.