Se comparta o no la sentencia del caso Rubiales (multa por la agresión y absolución de las coacciones), lo que más nos llama la atención es que el presidente y su banda pueden pensar que se han ido prácticamente de rositas –para un millonario como él, 10.800 euros son calderilla–, cuando en realidad se han ido marcados para siempre: él, como un agresor sexual; y todos como unos tipos capaces de presionar y amenazar a una empleada –víctima de agresión– para que mienta y salve el culo de su jefe.
Quizás (ojalá) haya recursos para que si no es por coacción (que requiere violencia) haya un castigo por ese escandaloso mobbing que ha quedado acreditado en el juicio. Pero, pase lo que pase, insistimos: quedan señalados para siempre como gente sin ética ni principios. El machirulismo tradicional del fútbol español y su Real Federación ha sufrido un golpe tan importante, por leve que pueda parecer, que ya nada volverá a ser como antes.