Poner cara a las cifras cambia las noticias. Las humaniza. Los números nos dan titulares, las personas nos dan testimonios. Y casi siempre lo que se acaba publicando o contando son vivencias difíciles de personas que de alguna manera están o han estado en un cierto margen. Transitando en esa línea invisible que tantas veces excluye sin que se vea. O protagonistas de historias fuera de eso que llamamos “lo común”. Relatos en primera persona que nos deberían llevar a empatizar. Porque detrás de los porcentajes y las estadísticas siempre hay nombres, aunque a veces se olvida. Da igual de que se trate.

Por eso hay que tener cuidado cuando se cuestiona algo esencial desde lo genérico, sin pararse, sin pensar en que quizás a nuestro lado alguno de esos datos se ha convertido en persona, y tal vez sea una amiga o alguien cercano. Tal vez gente que padece una enfermedad o algún tipo de trastorno, quizás una víctima de violencia machista o de otras violencias, tal vez un trabajador que asume un futuro incierto porque se cierra su empresa; el estudiante que se desmorona porque no llega a la nota, personas que lo están pasando mal por cualquier motivo... y aunque algunas estén lejos (pienso en Gaza o, más cerca, en Valencia tras la Dana), su testimonio nos sirve igual porque nos acerca a ese lugar y a lo que allí está pasando. La vida, aunque parezca obvio, es la suma de todo lo que se vive, pero no es una cifra.

No son los años que cumplimos, ese número que nos marca, sino lo que nos va pasando en ellos, las historias que guardamos. Las cifras llenan las noticias no la vida. Estos días se está hablando mucho de una cantidad, la del salario mínimo interprofesional. Esos 1.184 euros que en Navarra cobran unas 22.000 personas. Números de nuevo. Hay otros muchos. Por ejemplo si sumamos la hipoteca o el alquiler, los gastos de luz, gas, agua, móvil, etcétera; la cesta de alimentos con lo más básico; alguna compra imprescindible de ropa o calzado; gastos ineludibles de ópticas o farmacias, poder hacer deporte, ver una película, un café de vez en cuando... la suma no encaja. La cifra no alcanza.

El salario mínimo se queda muy por debajo. Y entonces, aunque nos volvamos a repetir que la vida no es lo que se tiene, las cifras sí que importan, porque en ese complicado estar por debajo forzosamente hay que vivir con muy poco. Y eso es muy duro. Por eso es importante que la cifra dé para un café de vez en cuando, que no es un gasto cualquiera, para al menos compartir ratos buenos y conversación, esos que cuestan poco aunque valen mucho. Momentos que nos recuerdan que detrás de los números siempre hay personas. Y a veces las tenemos cerca. Y lo están pasando mal. ¿Quedamos para un café?.