En la historia del ciclismose podría hacer una larga lista de ocasiones en las que unos pocos corredores –o el pelotón completo– se han salido del recorrido previsto y alguien se ha visto beneficiado con la victoria. Hasta en el Tour. Lo que ya no es tan normal es que haya ocurrido dos veces en apenas diez días: en la primera etapa de la Vuelta al Algarve y, este sábado, en la clásica Faun-Ardèche.
La normativa establece que los ciclistas son siempre los responsables, porque “deben saberse el recorrido”. Soberana estupidez –son los organizadores, y no los ciclistas, los encargados de señalizar los trazados–, pero que sirve para lavarse las manos y evitar reclamaciones. Pero que los organizadores no crean que así ya no les salpican estos patinazos: aunque sean siempre meros errores humanos –de la moto que guía a los ciclistas o de un voluntario en un cruce–, la única imagen perjudicada es la de esas carreras, que quedan como poco serias.