La denuncia presentada el pasado 25 de noviembre por el navarro Pablo Merino, de 44 años, ante el juzgado de guardia de Pamplona ha reabierto un caso de abusos sexuales que, según la documentación recopilada, estuvo silenciado durante décadas en el seno del Opus Dei, informa este jueves el diario El País. Merino acusa al sacerdote Jacinto Lázaro Laguardia, hoy de 74 años, de agresiones sexuales cuando él tenía entre 13 y 15 años y estudiaba en el colegio Irabia de Pamplona, donde el cura ejercía como capellán.
Aunque los delitos están prescritos, la Obra ha admitido los hechos y ha pedido perdón. También reconoce que tuvo constancia de lo ocurrido en 1998, cuando la víctima era aún menor de edad, y que decidió no denunciarlo a las autoridades. En su lugar, optó por trasladar inmediatamente al sacerdote a otra ciudad, una operación autorizada por el entonces prelado, Javier Echevarría, según la propia organización.
Merino afirma al rotativo madrileño que sus padres nunca supieron nada. El Opus Dei sostiene que respetó el deseo de la familia de no hacer públicas las acusaciones.
Más casos y 25 años de traslados
La denuncia del navarro no solo destapa lo ocurrido en Irabia. Según testimonios recogidos por El País, Lázaro habría protagonizado episodios similares en San Sebastián a comienzos de los años ochenta, cuando trabajaba en el colegio Erain. En 2023 fue nuevamente denunciado en el Vaticano por una mujer adulta, lo que obligó a la Obra a imponerle medidas disciplinarias.
El sacerdote ha sido movido de destino en varias ocasiones: San Sebastián, Pamplona, Madrid y finalmente Zaragoza, donde reside actualmente bajo supervisión de la organización. El Opus Dei sostiene que Lázaro tiene prohibido ejercer su ministerio en público.
Pese a la admisión institucional, el propio sacerdote niega rotundamente cualquier abuso.
Testimonios desde Navarra
Merino relata que las agresiones sucedieron en varios espacios vinculados al colegio Irabia y al club juvenil Noray, ubicado en los bajos del centro. Habla de episodios en despachos, sacristías y en el coche del sacerdote, quien —según afirma— llegó a enseñarle a conducir siendo menor. En su denuncia describe episodios de “masturbaciones, felaciones y penetraciones”.
También recuerda que lo contó a un profesor del colegio, ya fallecido, pero nunca recibió apoyo ni explicaciones. “Se ocuparon de él, pero de mí no se ocupó nadie”, lamenta.
Durante años, asegura, mantuvo una relación de aparente cercanía con Lázaro, un vínculo que hoy identifica como un “mecanismo de autoprotección”.
“Me han jodido la infancia”
Merino, vecino de Villava-Atarrabia, afirma que ha tardado décadas en comprender el alcance de lo sucedido. Hoy no puede permanecer en una iglesia y reconoce haber sufrido secuelas profundas. “No solo el abusador, también quienes lo protegieron me hicieron daño”, afirma.
Su decisión de denunciar responde a la voluntad de “ayudar a otras posibles víctimas” y de revelar “quién es realmente Jacinto Lázaro”.
El Opus Dei, consultado por el caso, declara al diario El País: “Pedimos perdón por lo sucedido y lamentamos profundamente que un sacerdote del Opus Dei haya actuado así. Estamos a disposición de las personas afectadas para contribuir en su camino de sanación”.