Tras el fiasco de la visita a la Casa Blanca del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, es difícil saber si el diálogo entre Estados Unidos y Ucrania se ha cortado, o si el presidente Donald Trump está siguiendo sus prácticas negociadoras que él mismo describe en su libro El arte de negociar, publicado hace ya 38 años
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El “arte” que describe puede encajar con el choque presenciado por todo el mundo en la reunión con Zelenski: “enfrentarse a lo peor, mantener todas las opciones abiertas, dar la impresión de que no hay gran interés por conseguir el objetivo buscado, llamar la atención, responder agresivamente a un interlocutor demasiado exigente y limitar los gastos de la operación”
El propio Trump ha reiterado su adhesión a estas tácticas a lo largo de los años y en diversos escenarios. Ahora, cualquiera que haya visto el tenso diálogo del pasado viernes en el Despacho Oval tiene motivos para sospechar que Trump simplemente seguía este modelo.
También podría añadirse el resentimiento por la confianza que Zelenski puso en le Administración de Joe Biden y que podría quedar expresado en la afirmación de Trump: “Usted trató con Biden, no conmigo”
Tales comentarios podrían interpretarse como una maniobra de Trump para obtener condiciones mejores en la utilización de los recursos naturales de Ucrania, con los que este país podría compensar económicamente a Estados Unidos por su ayuda militar.
¿Habrá acuerdo final?
Así lo creen algunos sectores conservadores de Washington, quienes piensan que finalmente se logrará un acuerdo porque Estados Unidos ha invertido ya mucho dinero en Ucrania y Trump quiere a cambio los recursos naturales de ese país. Esto último tiene además otro aspecto, pues cabe imaginar que Rusia se lo pensará más de dos veces antes de atacar zonas de Ucrania donde haya presencia de trabajadores norteamericanos.
Ven indicios de esta estrategia en que Trump pareció dejar abierto el diálogo con “ha de decir que busca un acuerdo de paz”, añadió “no le irá muy bien si se nos enfrenta, porque no puede ganar sin nosotros” y no se pronunció sobre la posibilidad de cortar la ayuda a Ucrania.
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Parece además que Trump quiso mantener abierta la posibilidad de seguir comunicando con Zelenski y que, así como utiliza al multimillonario Elon Musk para espantar a los funcionarios, puso a su vicepresidente JD Vance a hacer de perro de ataque. Un papel que tal vez le gustó a Vance, quien tiene esperanzas de heredar el Despacho Oval en las próximas elecciones y pudo perfilarse como “duro” ante votantes conservadores.
Un ejemplo fue el ataque frontal de Vance, diciendo que el presidente ucraniano nunca dio las gracias por la ayuda militar norteamericana. No era cierto pues lo hizo efusivamente hace ya tres años, ante el Congreso, pero lo hizo en épocas de gobierno demócrata y tal vez generó un rencor acumulado en Trump que se puso de manifiesto de la negociación.
A Zelenski, quien expresó inmediatamente su disposición a volver a la Casa Blanca para reanudar las conversaciones, no se le escapa lo mucho que necesita el apoyo de Washington, como tampoco se les escapa a los aliados europeos, de arsenales limitados y tal vez insuficientes para defender a Ucrania de los ataques rusos.
En este “arte negociador”, a Ucrania le podría ser útil alguna ayuda europea “de confianza”, como la primera ministra italiana Giorgia Meloni, suficientemente conservadora para el actual gobierno de Washington.