Dijo Hinault: “Es una carrera de mierda, pero iré para demostrar que puedo ganarla”. Y no lo consiguió las tres primeras veces (13º, 11º y 4º de 1978 a 1980), pero sí en 1981... Tadej Pogacar, que sepamos, no ha dicho nada contra la París-Roubaix –“La última locura del ciclismo moderno”, según un exdirector del Tour–, pero seguro que no ignora que es una carrera de altísimo riesgo, con frecuentes caídas que pueden destrozarle la temporada a cualquier ciclista. Y además a sabiendas de que no estará en su terreno, porque no hay subida en la que atacar y marcharse en solitario.
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Que pese a todo eso decida participar habla muy bien de la mentalidad de campeón del esloveno, que no rehúye ningún reto, y de la admiración y respeto que le tiene a los escenarios míticos del ciclismo. Pogacar ha sido más grande luchando por ganar (sin lograrlo) una Milán-San Remo que parece diseñada contra él que en muchas de sus más de 90 victorias.