Supongo que la elección del cardenal estadounidense y peruano Robert Prevost como nuevo papa León XIV rebajará la inmensa atención mediática que se ha concentrado desde el fallecimiento de Francisco en el Vaticano. Es de agradecer a los señores cardenales que se hayan dejado inspirar rápidamente por el Espíritu Santo y que en apenas día y medio y solo cuatro votaciones alcanzaran el consenso que permitió quemar la fumata blanca.
Seguramente, a partir del lunes los vaivenes de la Iglesia y el papel del propio León XIV quedarán en un segundo plano hasta difuminarse poco a poco en el barullo informativo centrado en otros focos. Lo que, por cierto, un espacio de mayor tranquilidad alejado de la presión de los medios que no evitará la complejidad de la inmensa tarea que tiene el nuevo papa por delante para seguir el camino iniciado por su antecesor Francisco y para aportar su propia personalidad a ese viaje. Las prioridades expresadas en sus primeras palabra tras ser elegido papa expanden las ideas de una visión humanista y cercana al Jesús del Evangelio, con la paz, el desarme frente al auge del belicismo y del rearme, el diálogo como senda y la importancia de tender puentes que faciliten el entendimiento para la solución de los problemas, no solo del cristianismo hoy, sino del conjunto de la humanidad. No le arriendo la ganancia, porque los poderes que siempre se han opuesto a ese mensaje, y entre ellos a las propias enseñanzas que dejó Jesús como herencia doctrinal, siguen oponiéndose igualmente ahora. La retirada del interés mediático de la Roma vaticana debería volver a situar el interés informativo en las situaciones más graves que asuelan el mundo actual.
Se han llenado portadas, aperturas de informativos en televisiones y radios, tertulias, redes sociales recogiendo todo la liturgia, estética y secretismo vaticano, de indudable, eso es verdad, capacidad de ensimismar al público, mientras ni una sola foto destacada ha recogido una de las cientos de imágenes de los niños y niñas asesinados, quemados o muertos de hambre o de enfermedad que confirman la continuidad del genocidio del pueblo palestino en Gaza. Israel ha aprovechado el desvió de la atención al Vaticano para iniciar una nueva ocupación ilegal de tierras palestinas y la limpieza étnica de sus propietarios originales. Ha seguido con los bombardeos y la destrucción de pueblos, infraestructuras y asesinatos indiscriminados. Son sus propias imágenes las que recogen todo tipo de actuaciones militares y paramilitares al margen de las leyes y la legalidad internacional. Las denuncias de los organismos internacionales caen en saco roto y si son oídas por los dirigentes occidentales no son escuchadas.
La complicidad internacional con el genocidio del pueblo palestino señala especialmente a la Unión Europea y sobre todo a sus principales representantes políticos con Von der Leyen y Kaja Kallas a la cabeza. ¿Cómo es posible que ningún dirigente político de la UE haya alzado su voz para denunciar y oponerse más allá de las declaraciones banales habituales a este genocidio planificado desde un Estado y emitido en vivo y en directo? .¿A cuánto se paga protagonizar ese ejercicio público de inmoralidad humana?. Ese silencio político abre la puerta a barbaridades futuras. Poco o nada tiene para celebrarse en este Día de Europa.