La multitud de iniciativas que tienen al euskera como eje suman en positivo en defensa de su proyección y conservación. Desde el ámbito escolar al político, la persistencia del carácter de lengua minorizada pese a los esfuerzos públicos y privados para favorecer su aprendizaje y su diferente grado difusión y conocimiento en los distintos herrialdes constituyen la prueba de que el trabajo pendiente demanda una implicación social intensa.

La percepción de que la normalización del uso de la lengua vasca es suficiente resulta engañosa. Estas líneas van dirigidas, en castellano, precisamente a quienes ven con cierta distancia la necesidad de seguir trabajando en la protección y extensión del uso de una enseña cultural rica, específica y única, sometida a los vaivenes de las grandes redes de comunicación en lenguas mayoritarias, que crean contenidos uniformizadores en muchas ocasiones, tendencias de lenguaje importadas por pura saturación. La toma de conciencia no puede ser exclusivamente una iniciativa de los poderes públicos, aunque a ellos corresponda liderarla y ellos hayan sido quienes han determinado, con su mayor o menor implicación pasada y presente, el grado de salud que presenta el euskera en función del territorio.

Iniciativas como Euskaraldia sirven para poner de manifiesto hasta qué punto la aportación individual es la base de la cooperación colectiva. Sacar el euskera del marco educativo o cultural para que ocupe la calle es una de las demandas recurrentes para consolidar la dimensión social de la lengua. No se trata tanto de un ejercicio reivindicativo como de una aportación. Sumar las capacidades particulares para dar presencia a la lengua vasca en el día a día, sin complejos y sin baremos de calidad y excelencia. No se puede negar que la presencia del euskera se ha incrementado en la vida diaria de las y los vascos de las nuevas generaciones que han interiorizado el plurilingüismo de manera natural, pero tampoco que el entorno social y las pautas de consumo de ocio y entretenimiento resultan condicionantes. El euskera es una lengua viva porque es una lengua práctica y moderna que, no obstante, necesita trascender el compromiso pasado de colectivos concretos hacia el respeto general, despolitizado y que consolide su propiedad en el patrimonio de toda la ciudadanía.