Lo de Gaza viene a oleadas. Con lo de Gaza me refiero a la vergüenza. La vergüenza de sentir que esto nos lo recordarán las generaciones futuras y las actuales. Pueden pasar un par de meses o tres con el ejército israelí masacrando a una población y nosotros y el mundo a nuestras cositas –salvo una aplaudible minoría involucrada en la denuncia desde el comienzo– y luego de repente llega una noticia o un titular que te desmonta: 14.000 bebés pueden morir en Gaza si no entra ayuda humanitaria urgentemente. Por desgracia, necesitas titulares así para volver a ponerte frente al espejo de la vergüenza y el cargo de conciencia.
14.000 bebés son los bebés que nacen en Navarra en 3 años. Arrasados por un país admitido en todos los estamentos internacionales, apoyado por la inmensa mayoría de los llamados países civilizados y que recibe colaboración de muchos de ellos, de manera directa, indirecta, mediante convenios, compra de armas, relaciones, cero sanciones. El mundo guay, el occidental tal y como lo conocemos, está siendo parte en esta masacre ya casi eterna que va para los dos años, está siendo testigo casi mudo de ella y está justificando que en el futuro surjan nuevos días 7 de octubre, un día que nunca debió de suceder y que es repudiable pero que se fundamenta en acciones igualmente deplorables. Hay que parar a esa gente ya, hay que frenar esta infamia ya, hay que buscar el modo y la manera de unirse como Europa para presionar todo lo posible para que el horror deje de campar a sus anchas y para que no tengamos que andar perdidos en batallas memas, que si Eurovisión, que si el televoto, que si toda esta basura paralela que ocupa mucho más espacio que el hecho de que se necesitan 500 camiones de comida cada día y apenas entran 10, si entran. Necesitamos personas con corazón y poder que frenen esta locura y asienten las bases para un futuro mejor.