Hay debate y ruido acerca del hecho de que las gafas, lentillas, etc, sean consideradas un derecho sanitario universal para todas las edades, aunque por ahora se van a limitar a los menores de 16 años y con 100 euros a fondo perdido. Lo comentábamos en este mismo espacio, criticando que esa ayuda no sea por renta, y los argumentos contrarios se basan en que complicando el papeleo muchas personas de bajos ingresos desisten del proceso y pierden la ayuda y que, además, al ser un derecho –como la asistencia sanitaria u otros– lo mismo tiene derecho a la ayuda un pobre que un rico.
Lo primero se soluciona simplificando los papeleos, que para eso tenemos millones de funcionarios y varios miles imaginando cómo mejorar procesos. Lo segundo se soluciona, creo, manteniendo que sea un derecho universal, correcto, pero que tenga más cuantía según renta.
No es que te atiendan mejor en un hospital público por ser pobre o que te den más semanas de baja de maternidad, es que te den más dinero para que ese derecho universal sea más proporcional. La tercera argumentación de los favorables a este sistema es que la progresividad ya se aplica en los impuestos y que es ahí donde sí que hay que ser exquisitos y que efectivamente quienes menos tienen menos o nade paguen y más los que más.
Estoy, lógicamente, completamente a favor de eso, pero que hay haya un campo económico que ofrece progresividad no implica que no pueda haberla en otros. De cualquiera de las formas, si se quiere hacer de la medida al menos más ecuánime, herramientas debería haber, permitiendo que sea un derecho universal, al margen del nivel de renta, pero al mismo tiempo favoreciendo más a los menos favorecidos, sin que eso les haga sentir mal, como leí ayer a defensores de la idea tal como está: una persona que cobra 680 euros al mes va a recibir 100 para sus gafas y una de 10.000, también. No hay por dónde cogerlo.