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Vaya bolongo

Ana Belasko

Obradores

ObradoresPablo Frías

En mi barrio brotan las panaderías, pastelerías, degustaciones, hornos y similares como setas en el Roncal. Tenemos obradores monísimos en los que saborear todo tipo de bizcochos y tartas, rincones recoletos para tomarse una infusión de lo más, teterías que invitan a sentarse a charlar, establecimientos que sirven y venden cafés de medio mundo, terracitas cucas desde donde ver y dejarse ver mientras uno saborea lo último en tostadas de aguacate...

De este tipo de comercio –mucho de ello franquiciado– hay en el Casco Viejo de Pamplona más que de sobra para que desayunen y merienden las gentes del barrio, de la ciudad entera y cuanto turista se pase por aquí a pisar el muy pisoteado recorrido del encierro. No es arriesgado apostar que cada vez que un local abre sus puertas, cosa que ocurre de ciento a viento, será una tahona o parecido.

Eso sí, en muchas ocasiones cuando un establecimiento cierra, desaparece un tipo de comercio que todos perdemos para siempre: ferreterías de las de antes, droguerías esenciales para nuestra vida, entrañables y completísimos ultramarinos familiares, mercerías para mil apaños, tiendas de ropa diferente y, desconozco la razón, sucursales bancarias. Es para mí un misterio la razón por la que han hecho desaparecer tantos cajeros de esta zona.